Mientras nuestros socialistas de todos los partidos aducen que la privatización de la enseñanza limitaría el derecho a la Educación, reservándola sólo para los ricos, conviene prestar atención a lo que hacen los pobres. Un ejemplo lo brinda la profesora Pauline Dixon, de la Universidad de Newcastle, que publicó un estudio tan interesante como políticamente incorrecto: Why the Denial? Low-cost private schools in developing countries and their contributions to education, Econ Journal Watch, septiembre de 2012 (http://goo.gl/e5mVZ).
Da cuenta de la proliferación de escuelas privadas con precios bajos en países pobres. Comprobó que en algunas zonas de Pakistán la mitad de los niños de las familias con ingresos inferiores a un dólar por día iban a escuelas privadas, “incluso donde existe la alternativa de una escuela pública gratuita”. Esto sucede también en India, donde además la enseñanza privada sirve a comunidades de todas las religiones. En India rural, la cuarta parte de los niños de 6 a 14 años están matriculados en escuelas privadas. En Pakistán, las 47.000 escuelas privadas atienden a la tercera parte de los alumnos de primaria. Algo parecido se registra en varios países africanos. Es notable cómo responde el sector privado a algo que se supone que sólo hace el público: ayudar a los más necesitados. La profesora Dixon informa de que muchas de estas escuelas privadas asignan becas o rebajan sus precios a los alumnos más pobres, mientras que su estrategia de contratación es de mercado: pujan por los profesores mejores y más laboriosos, y despiden a los peores y menos interesados. Asimismo, se esfuerzan en dar a las familias lo que ellas quieren: por ejemplo, en India les enseñan inglés. En cuanto a los resultados, los alumnos de la privada (y es una privada low-cost, no es Harvard…) tienen mejores resultados que los de la pública, y a un coste inferior de la enseñanza por profesor.
Oposición burocrática
No le extrañará a usted que estas escuelas tengan muchos enemigos, que insisten en que lo óptimo es la intervención pública y que las acusan de atender sólo a los ricos, lo que es completamente falso. El mayor enemigo, como siempre, es la burocracia internacional: Pauline Dixon recoge textos de la Unesco, que rechaza toda alternativa que no sea pública y ataca esta educación de los pobres en el mercado porque no está “planificada”, o no es igualitaria o es ¡elitista!
En realidad, su preocupación es lo que no está controlado por políticos y burócratas. Entre el hostigamiento, y con un claro riesgo de que los enemigos de la libertad acaben con estos derechos, una relevante proporción de las familias pobres en los países pobres “votan con los pies” a favor de la enseñanza privada, que funciona bien y atiende a sus necesidades.