El pequeño revuelo causado por el premio del Parlamento Europeo a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca ha ocultado el hecho de que hacía algún tiempo que ya no ocupaba el centro de la escena política y mediática. Una hipótesis tiene que ver con el recorrido de quienes utilizan la distorsión ideológica y la intimidación práctica para el logro de sus objetivos. Quizá no sea muy largo. En efecto, llamar asesinos a los diputados o acosar a políticos en sus casas puede resultar a la postre contraproducente.
En cuanto a la distorsión ideológica, también es posible que el público no adquiera a la vez toda la mercancía averiada que estos pseudoprogresistas ponen en circulación: estamos dominados por los mercados y las empresas; los bancos son dictadores; la vivienda no puede ser un bien de inversión y, en realidad, no puede ser propiedad privada porque es un bien social; se está desmantelando el Estado por culpa del dogma neoliberal que nos priva de derechos conquistados tras años de lucha; cualquier intervención pública está justificada porque el mercado tiene fallos; la solución constitucional al problema de la vivienda es que el Estado la regale para que no haya especulación; hay que violar la libertad y la propiedad porque en caso contrario proliferarían los suicidios; la propiedad privada es mera representación de los intereses de la clase dominante; los escraches son un derecho humano, “siempre que no sean violentos”; si hay violencia no es culpa de quienes la practican, que meramente son víctimas que han debido organizarse para hacer frente a la injusticia; es posible corregir cualquier mal imaginable si el poder quebranta libertades y derechos, sólo tiene que desearlo, porque “Sí, se puede... pero no quieren”.
Otra hipótesis pasa por la absorción política de los actores marginales. Así, todos los partidos políticos cedieron ante la campaña antidesahucios, desde el PP, con su habitual desconcierto, hasta la izquierda, con su habitual destreza y oportunismo, que llevó a la Junta de Andalucía a promover medidas legales que incluso chocaron frente al intrusivo intervencionismo predominante en nuestro país y en Europa. Con la clara pretensión de no quedarse atrás frente a ninguna demagogia, y de tapar la mucha corrupción de muchos años de progresismo, Griñán y sus secuaces se declararon “insumisos” frente a los desahucios. No intente usted la insumisión a la hora de pagarles impuestos a estos caballeros: no colará...
Sea que la Plataforma vuelva a la palestra o no, su acción es clásica: mediante la propaganda y la amenaza se sitúan en defensa de unos afectados visibles, que pueden ser entrevistados y televisados, mientras que perjudican de modo mucho menos visible a millones de ciudadanos que ven encarecidos sus préstamos y dificultada su concesión y, por tanto, su derecho a la vivienda. Parece que ellos no son “afectados por la hipoteca”.