William Baumol distinguió entre los empresarios schumpeterianos, innovadores que están buscando oportunidades, siempre alertas para protagonizar la “destrucción creativa” que beneficia a la colectividad, y otras personas que no tienen espíritu innovador sino que se hacen empresarios por un amplio abanico de motivos que dependen del marco institucional, y que pueden dar lugar a actividades poco productivas o incluso destructivas, como los buscadores de rentas, por no hablar de los delincuentes (W.J.Baumol, Entrepreneurship: Productive, Unproductive and Destructive, Journal of Political Economy, octubre 1990, http://goo.gl/s0LD5).
La heterogeneidad caracteriza en realidad a los propios empresarios schumpeterianos, porque desde el mismo Schumpeter en adelante muchos economistas han reconocido que los empresarios innovadores genuinos son una minoría, y que la mayoría son imitadores, que recorren caminos que abren los primeros. Pero de todas formas podemos considerarlos empresarios en el sentido de que tienen vocación de arriesgar no solo su capital humano, como los trabajadores, sino otros capitales también.
Sin embargo, hay empresarios que carecen de esa vocación. En el amplio abanico que bosquejó Baumol sobre los empresarios sin espíritu empresarial están los que se hacen empresarios a la fuerza. No tienen vocación, o no saben que la tienen, pero acaban, por pura necesidad, montando un negocio. Sospecho que ese desenlace es un resultado no deseado de dos características negativas del intervencionismo: los impuestos y el paro.
Esos empresarios a la fuerza son considerados característicos de los países pobres, con inseguridad jurídica y hasta física, y extendidas economías informales. Marco Vivarelli matiza esta idea (Entrepreneurship in Advanced and Developing Countries: A Microeconomic Perspective, Discussion Paper Series IZA DP Nº 6513, Institute for the Study of Labor, abril 2012, http://goo.gl/16f22).
Hay muchos incentivos que impulsan a los empresarios, empezando por la rentabilidad, no la absoluta sino la diferencia entre los beneficios esperados y los salarios corrientes en el sector de que se trate, e incluyendo la incertidumbre sobre la carrera profesional y por supuesto el desempleo, lo que ha sido estudiado en países desarrollados como Reino Unido y Japón. Se observa que los empresarios a la fuerza deben sobreponerse a lo que sugieren los datos: los que provienen del paro tiene una mayor probabilidad de durar menos como empresarios, ganar menos y generar menos empleo. En cambio, es un factor positivo el ambiente familiar y la pertenencia a un grupo étnico minoritario –como los chinos en España–.
Vivarelli critica el fomento de los emprendedores a toda costa: “Es desafortunada la extendida política de subsidios generalizados para animar la creación de empresas tanto en los países desarrollados como en los subdesarrollados”. Sostiene que estos subsidios tienen efectos de pérdida, cuando se subsidia una empresa que podría haber sobrevivido sin ayuda, y de sustitución, cuando el subsidio prolonga la vida de una empresa no competitiva que debería cerrar.