Dijo el nuevo Papa en una conferencia en 2011: "La crisis económico-social y el consiguiente aumento de la pobreza tiene sus causas en políticas". Gran verdad: las crisis y la pobreza no dependen de la naturaleza ni derivan de vicios de los ciudadanos, sino de la acción política de los gobernantes. Pero a continuación el cardenal Bergoglio subrayó que esas políticas estuvieron "inspiradas en formas de neoliberalismo que consideran las ganancias y las leyes de mercado como parámetros absolutos".
Para el futuro Papa, pues, el neoliberalismo se asocia al menos en parte con las políticas económicas anteriores a la crisis. Ahora bien, esas políticas se caracterizaron por un enorme intervencionismo, por subidas del gasto público y los impuestos, y finalmente por una explosión de la deuda pública; por una vasta intervención monetaria, mediante la cual los bancos centrales orquestaron una ola de liquidez que animó una burbuja de sobreinversión. Si el Papa quiere llamar a eso "neoliberalismo", sólo cabría apuntar que significa exactamente lo contrario de lo que significa el liberalismo.
El problema no estriba en la denominación, sino en que el cardenal equiparó ese neoliberalismo con el mercado como "parámetro absoluto". La contradicción es patente: porque las políticas efectivamente aplicadas fueron contrarias a la economía de mercado, a la propiedad privada y a los contratos voluntarios. El neoliberalismo no puede ser liberal y antiliberal al mismo tiempo.
Ahora bien, no tiene sentido reprochar al futuro Papa que no resuelva esta incoherencia, por dos razones. La primera es que se halla presente de manera clara en la Doctrina Social de la Iglesia, y en la obra de sus ilustres predecesores (véase por ejemplo: "Tensión económica en la Centesimus Annus", http://goo.gl/IzKT2). Y la segunda es que casi todo el mundo piensa igual que el Papa sobre este elusivo y contradictorio "neoliberalismo": los políticos, los empresarios, los intelectuales, los artistas, e incluso muchos economistas. ¿Por qué exigirle al Pontífice claridad en un asunto confuso para tantos otros?
Este es un Papa humilde, que pide a los demás que recemos, y que atiende a los pobres pero no quiere reducir la Iglesia a una ONG; una Iglesia, nótese, que no tiene por objeto dirimir cuestiones económicas o políticas, igual que Nuestro Señor Jesucristo no quiso zanjar la cuestión de la licitud de los impuestos, nada menos (Mc 12, 13-17).
Dos notas finales. Los Papas no son liberales, ni tienen por qué serlo, pero ni uno de ellos defendió el socialismo: al contrario, con los matices y discordancias habituales, dentro de la Iglesia y fuera de ella, todos propiciaron la propiedad privada. Por último, y algo que habla muy bien de él, el Papa Francisco podrá rechazar el "neoliberalismo", pero los que más agitan ese rechazo, y a la vez más combaten contra la libertad, no son de los suyos, como lo prueba la inquina que le ha profesado siempre la siniestra dinastía Kirchner.
Las políticas que causaron la crisis fueron contrarias a la economía de mercado