Leí en EXPANSIÓN a propósito del nuevo marco fiscal del sector eléctrico: "El impuestazo no contenta a nadie. Patronales energéticas, asociaciones de usuarios e incluso sindicatos se lanzan a criticar la reforma. El Gobierno considera que el hecho de que moleste a todos es una demostración de ecuanimidad". Esto es muy notable. ¿Cómo alguien puede seriamente pensar que la ecuanimidad queda demostrada cuando uno fastidia a todo el mundo? ¡Debería ser al revés!
Este disparate condensa una lección del intervencionismo: nunca puede satisfacer a todos, aunque sí puede perjudicar a muchos, a veces incluso a todos, y beneficiar a unos pocos, y a veces sólo al Gobierno. La energía es una muestra. Los problemas del sector eléctrico derivan del intervencionismo; las reacciones de las empresas son respuestas a sus incentivos. Digamos: si el Estado interviene pagando para que aumente la oferta de energía solar, lo más probable es que aumente la oferta de energía solar. El Gobierno puede conseguir que este arrebato eco-progresista lo paguen otros, puede diluir, retrasar y disfrazar el coste, pero no puede hacerlo desaparecer.
Así, el llamado "déficit de tarifa" es un producto de nuestros políticos, que ahora, benditos, dicen estar valerosamente dispuestos a domesticar la misma bestia cuya brutalidad propiciaron.
Sabido es que los gobernantes jamás arriesgan su dinero: cuando hay que pagar siempre se lo quitan a los ciudadanos. Aquí también. La clave estriba en que tienen que cocernos a fuego lento, como la proverbial rana en la cazuela. En caso contrario, saltamos. Además, han de confundir a los agentes, y si es posible han de hacerlos pelear unos con otros, pero siempre evitando que se junten para pelear contra el Gobierno: eso sugeriría la libertad, sería admitir que para no fastidiar a nadie hay que dejar a todos en paz, es decir, sería letal.
Entonces, la "reforma" eléctrica consistirá en subir aún más el precio de la luz y el gas para los usuarios. ¿Qué hacer para que esto no provoque la ira popular? Pues embaucar, claro. Así, el ministro Soria declaró: "no está en la visión del Gobierno que vaya a haber esa repercusión sobre el consumidor porque son medidas muy equitativas". Impresionante retórica. Primero, el Gobierno es un preclaro ente que tiene "la visión". Y después, el bulo de que es "equitativo". Jamás lo es: lo que hace es emplear su poder para centrifugar los costes y minimizar el daño… para él. De ahí el manejo de los impuestos entre los lobbies, animando primero presiones y después "cediendo" un poco aquí y otro poco allí, siempre procurando castigar más al más débil.
La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, proclamó sin rubor que los nuevos impuestos son buenos porque sin ellos la luz subiría hasta el 43%. Lo dicho: unos benditos.