La Navidad es propicia para la bondad. Celebramos la religión, vemos a familiares y amigos, e intercambiamos regalos y buenos sentimientos con ellos y con muchas otras personas. Eso es estupendo, y no tiene nada que ver con el buenismo que propician los autodenominados progresistas, poco partidarios de la Navidad, la religión, la familia y los regalos.
El buenismo rechaza las tradiciones, y prefiere la ingeniería social orquestada por el poder y los grupos de presión. Desconfía de la familia, y su ideal de persona es un individuo aislado frente al poder. Preconiza el laicismo, al que vende como separación entre Iglesia y Estado, cuando en realidad aspira a que el Estado ocupe el lugar de la Iglesia. Y rechaza los regalos, porque son expresión de la libertad humana: el buenismo no quiere regalos sino redistribución coactiva de los recursos a cargo del poder; el buenismo sólo acepta regalos del Estado, que es precisamente quien nunca puede regalar, porque todo lo que da se lo ha quitado antes a los ciudadanos. Esa coacción es la que aplaude el buenismo cuando pervierte la noción de derecho, y, de algo que crean libremente los seres humanos, la transforma en la noción de derecho moderno, a saber, algo que confiere el Estado. De ahí que el buenismo oponga como contradictorias la caridad y la justicia. Odia la caridad, que es el regalo, que es la única solidaridad digna de tal nombre, la de quien ayuda al prójimo movido por un impulso moral, no por la ley, la solidaridad del Buen Samaritano. E interpreta la justicia como que el Estado arrebate a la gente lo que es suyo. Es decir, aquella injusticia política llamada justicia social.
El progresismo se presenta como monopolizador de los buenos sentimientos, y niega tal carácter a los que defendemos la libertad. Es buenista pero no bueno, y por eso no acepta el consejo de San Pablo: "Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría" (2 Cor 9:7). Concluye Anne Coulter: "Ser forzado a pagar impuestos bajo pena de prisión no es un pago voluntario, y muy rara vez se hace con alegría". Y recuerda la anécdota de Picasso, que rechazó la propuesta de ayudar con sus bienes a los necesitados: "Temo que usted se ha confundido -dijo el genial artista-. Nosotros somos socialistas. No pretendemos ser cristianos".
Feliz Navidad, tengamos presente que el Evangelio no dice que hay que darle TODO al César, y no olvidemos otra advertencia de Pablo: "Para ser libres nos ha liberado Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud" (Ga 5,1).
El buenismo no quiere regalos, sino redistribución coactiva de los recursos por el poder