En las recientes manifestaciones y protestas contra los planes del Gobierno sobre la sanidad aparecieron consignas, lemas y pancartas con mensajes interesantes y equívocos. Aquí van cinco.
Uno: "No a la privatización". De todas las consignas, esta es la más generalizada y al mismo tiempo la más llamativa, porque, a pesar del conocido apotegma goebbelsiano, no hay manera de que su repetición incesante la pueda convertir en verdad. Lo que sugiere, a saber, que los políticos del PP o de algún otro partido, quieren privatizar la sanidad, es una monstruosa falsedad: ningún político de ningún partido pretende privatizar la sanidad, y quienes se alarman y denuncian tal pretensión no pueden no saberlo. Entonces, o engañan o se engañan. En efecto, privatizar algo es transferirlo del ámbito público al privado, donde rige el mercado, que se define porque los ciudadanos decidimos libremente comprar, y nadie nos obliga a hacerlo. Eso no ha sucedido en la sanidad pública ni va a suceder, porque "privatizar la gestión" no es privatizar realmente nada, puesto que los que pagan esa gestión son los mismos contribuyentes forzados a sufragar la sanidad pública desde siempre.
Dos: "Tu salud no tiene precio". En la medida en que las autoridades impidan las decisiones libres de la población, esto puede tener visos de realidad, porque el "precio" en actividades tan intervenidas por el sector público como la sanidad no es algo que aparezca nítidamente, como en el mercado. Ahora bien, que no haya precios visibles no quiere decir que no existan, y mucho menos que no haya costes y que la salud sea gratuita. Al final, esa consigna significa que tu salud tiene un precio que tú desconoces porque el poder fuerza a los ciudadanos, tú incluido, a pagarla directa o (en su mayor parte) indirectamente.
Tres: "La sanidad pública no se vende, se defiende". Esta animosa consigna de barricada trata a la sanidad pública como si fuera un valor puro, como nuestra libertad, y es evidentemente un equívoco, porque la defensa de nuestra libertad no comporta la violación de la libertad de otro, mientras que la sanidad pública tiene costes, y no tiene sentido "defender" sólo a quienes disfrutan de la sanidad pública y no a quienes la pagan, y además a la fuerza.
Cuatro: "Sanidad de calidad, no caridad". Contraponer la sanidad de calidad a la caridad es absurdo, porque hay instituciones sanitarias caritativas de alta calidad. Quizá el objetivo sea la demonización de la caridad, algo típico del pensamiento único, que solo entiende la generosidad cuando es forzada por la coerción política y legislativa, es decir, cuando realmente no existe.
Cinco: "Sanidad privada, sanidad para ricos". Vieja y curiosa consigna. Su falsedad es clamorosa, porque lo privado nunca es sólo para ricos.