La izquierda presume de odiar a Franco, pero en realidad lo valora y lo sigue. Lo valora porque su demonización sirve para la divinización de la izquierda. El caso clásico es la denuncia de los crímenes nazis para ocultar los comunistas. En España se agitan las violaciones de los derechos humanos perpetradas por los franquistas, pero se ignoran las cometidas por los antifranquistas. Además, el fantasma del franquismo sirve a la política actual de la izquierda tanto para dividir a la derecha como la desviar la atención de la mala gestión del Gobierno de coalición. Finalmente, la izquierda, en particular la más extrema, presume de ser antifranquista cuando en realidad defiende políticas típicamente franquistas, desde la defensa de la empresa pública hasta el control de salarios y precios, en particular en el caso de los alquileres.