La izquierda presume siempre de representar al pueblo. Incluso de ser el propio pueblo. Cabe sospechar que nunca ha sido cierto.
Pongo dos ejemplos muy diferentes para ilustrar la separación, incluso el desdén, de los progresistas hacia el pueblo que dicen reflejar y defender. Uno es la ley de los llamados «riders», impuesta por la fuerza contra los trabajadores.
El otro ejemplo es el giro dado por el Gobierno de Pedro Sánchez a la legislación sobre la memoria histórica de Rodríguez Zapatero: aquí también se ignora la voluntad del pueblo.