Prevalece un abanico de ficciones conforme a las cuales hemos vivido tras la caída del Muro de Berlín bajo un deplorable «neoliberalismo» que, al parecer, ha sido desacreditado en la teoría y la la práctica, por la desigualdad, el estancamiento de la innovación, el fomento de los rentistas, los fallos del mercado y la urgencia de la redistribución de la riqueza mediante la coacción política y legislativa.
Esto no tiene mucho sentido, pero la confianza en tal suerte de ficciones se va extendiendo, no en la sociedad, pero sí en la política, la academia, la cultura y los medios de comunicación.