La caricatura del empresario no solo remite al exceso y al desorden, sino a la suma cero, es decir, a la idea de que lo que uno gana, algún otro lo pierde. Si el empresario es gordo, es porque le ha quitado la comida y los bienes a la gente.
Pero los ricos no son ricos en bienes sino en activos. Esa inversión es la clave de su prosperidad. Y el valor de los activos no es algo que decidan los empresarios por su cuenta, sino que lo deciden los ciudadanos, que invierten libremente en esos activos o compran libremente los bienes y servicios que los empresarios ofrecen. Y las personas hacen eso no porque les convenga a los empresarios, sino porque les conviene a ellas.