Dentro de la tradicional demonización de los ricos figura la falacia según la cual la pobreza podría desaparecer si el poder político recortara los bienes de los ricos. Destacados economistas, como William Easterly, han cuestionado que esa sea la forma de acabar con la pobreza, estudiando y denunciando el fiasco de la llamada ayuda exterior. Asimismo, resulta llamativo que cuando se habla de «ricos» rara vez se tenga en consideración a quienes son mucho más ricos que los más ricos: los Estados.