Cuando los recelosos de la libertad nos interpelan, subrayando el papel de los damnificados por una reducción del gasto público, cometen tres errores. El primero es un error lógico, porque exigen que les detallemos cómo se hace para bajar el gasto público sin haber acordado antes que era necesario bajarlo. El segundo es un error de teoría económica, porque atienden solo a quienes cobran del gasto público y no a quienes lo pagan. Y el tercer error es un error empírico: sugieren que la experiencia prueba que el gasto público no se puede recortar en la práctica, algo que es falso.