En el mundo de la retórica política tienden a proliferar los adjetivos. No hay democracia sino democracia «avanzada», que es la que monopoliza la izquierda. Otro tanto sucede con la justicia, que los antiliberales llevan décadas cualificando. Así como instalaron la falacia de la «justicia social», ahora propugnan la «justicia universal». Aquí vale el viejo refrán: dime de qué presumes y te diré de qué careces. Lo más notable de la justicia universal es que resulta descaradamente parcial.