La izquierda, y el antiliberalismo en general, son firmes enemigos del «capitalismo de amiguetes», las «puertas giratorias», y demás signos de complicidades varias entre la política y la empresa. Varios aspectos llaman la atención. Primero, los supuestos progresistas no reconocen que esta crítica es cualquier cosa menos un invento suyo, porque es una antigua denuncia liberal desde los tiempos de Adam Smith. Segundo, la interpretan erróneamente, pensando que dichas complicidades, que son fruto del intervencionismo, se pueden resolver con aún más intervencionismo. Y, tercero, y particularmente bochornoso, la izquierda es muy crítica con el enchufismo del capitalismo de amiguetes, salvo cuando lo practica ella misma.