El rifirrafe de esta semana en el Congreso entre Cayetana Álvarez de Toledo y Pablo Iglesias, fue analizado, en general en contra de la portavoz popular, ponderando su calificación sobre el padre del vicepresidente segundo. En esta nota sugiero complementar el análisis con dos consideraciones. En primer lugar, y curiosamente, nadie pareció prestar atención al excelente discurso de doña Cayetana. Y, en segundo lugar, Pablo Iglesias ha aprendido que, en efecto, se puede ser un matón. Lo que no se puede es ser un matón y esperar que adversarios preparados y valientes, como doña Cayetana o Iván Espinosa de los Monteros, siempre se amilanen.