Cerezas y mentiras, unas de otras tiran, dice el refrán. Y el antiliberalismo hegemónico, que lleva siglos encadenando ficciones, se regodea ahora con la supuesta trampa de la meritocracia.
Siempre la cereza fundamental a devorar es la misma, a saber, la libertad. Cualquier cereza progresista que escojamos nos conducirá a esa fruta primigenia, capitalista, liberal, y ahora meritocrática, que será menester extirpar en nombre de la igualdad de oportunidades. La mentira perenne es que el paraíso donde cada uno obtendremos lo que realmente nos merecemos (o sea, más) está a nuestro alcance, tan solo a costa de recortar las prebendas de un grupúsculo. Nunca ha sido verdad. Como escribí en este mismo rincón de EL PAÍS, el coste de las políticas antiliberales lo paga la mayoría del pueblo (https://bit.ly/3hXbWAI).