La cuarta semana de junio fue convulsa para británicos y españoles. Cabe argumentar, sin embargo, que los sorprendentes resultados del referéndum en el Reino Unido y de las elecciones generales en España apuntan a la incertidumbre, pero no necesariamente a la melancolía.
(Entra aquí para leer el artículo en El Periódico de Sotogrande.)
Exactamente: lo que parece no quiere decir nada. No es sólo que no quiera decir que el horizonte se vislumbre recorrido por ríos de leche y miel en la vida de cada pagano, de cada paganín y de cada paganón, es que no quiere tampoco decir ninguna otra cosa. Porque si los impuestos son cada vez más altos y sin embargo cada vez hay más deuda, pues que me aten esa mosca por el rabo porque no lo entiendo yo, y eso que de la deuda lo lógico es que sólo se conozca poco más que la punta del iceberg, ya que no van a ser quienes tienen los datos reales sobre la misma, que son los políticos, tan tontos como para decir la verdad sobre la misma, para revelar su cruda realidad, así que si te dicen que sólo hay de deuda el triple del producto interior bruto, ponle como mínimo que el estado debe, es decir, ha endeudado a su feligresía pagana, un cincuenta por ciento más de lo que te han dicho, que redondeando al alza sería la bagatela de cinco veces lo que los que trabajan producen en un año. Hombre, los análisis está bien que se hagan, entre otras cosas porque más vale algo que nada, y un cierto conocimiento de la realidad, sí que arrojan, supongo yo, pero es que sucede que hay siempre, y eso es inevitable, el problema de que el divino cíclope estatal traga mucho y quienes le tienen que dar la comida no se van a librar de tener que echarle al buche las mariscadas de rigor, porque de pienso, nada, monada, que le gusta comer bien. O sea, quiero decir que si hace una década estábamos sin Brexit, o como se diga eso, con la misma música de una crisis que iba a durar nada gracias a la cojonuda fórmula de soltarle pasta a los bancos, y ahora se sigue con la misma música, pues algún problema no coyuntural sino estructural ha de haber, ¿no?, vamos, digo yo; y ese problema pues no van a ser sus causantes, que son los grandes beneficiados del mismo, precisamente quienes lo resuelvan, por muy optimista que sea la visión del Gideon Rachman este del Financial Times, que no tengo el gusto de conocerlo, con lo que me gustaría a mí, pero me imagino que debe saber mucho, aunque no sé yo si tanto como para ofrecer, en vez de visiones optimistas, mecanismos reales, en cuanto que perfectamente factibles, para que la vida no sea, para algunos, y entiéndase naturalmente los de siempre, cada vez más infernal.