Cuando Miguel García Mata me solicitó un artículo para la nueva revista digital de economía que proyectaba junto con otros estudiantes de nuestra Facultad le dije que lo escribiría encantado, y quedamos en vernos en mi despacho para que me explicara el proyecto. Charlando días después con él me di cuenta de que quería escribir estas breves líneas, sólo para recordar que hace más de cuarenta años un grupo de estudiantes de economía en la Universidad Católica Argentina hicimos en Buenos Aires lo mismo que hacen hoy Miguel y sus compañeros en Madrid. Y si he tardado algún tiempo en redactar esto es porque entre mis papeles viejos no me fue fácil encontrar el único y descolorido ejemplar de la revista que conservo.
Aquí está. Antes de que el lector objete ante una portada tan fea, me apresuro a recordar que éramos un puñado de amigos trabajando gratis, y que financiamos la impresión de unos 200 ejemplares gracias a la generosidad de un par de anunciantes con los que teníamos relación y que se apiadaron de nosotros, confiando en que La tribu de Juan Maynardo no iba a ir más allá del número 1, como efectivamente sucedió. El caso fue que todo el mundo hacía de todo, y en particular el director de la revista, que era yo (cuando les comento a mis antiguos compañeros que en mi nueva vida española me he dedicado a la Universidad y al periodismo, responden: claro, si ya hacías la revista de la Facultad…). Ese diseño horrible que pueden ver es obra mía, que no necesito aclarar que jamás tuve el más mínimo talento artístico. Obviamente, lo que ocurrió fue que los demás no quisieron dibujar la portada. Me tocó, pues, a mí, como me tocó inventar el título, que revela la influencia de Keynes, y demuestra asimismo que a comienzos de la década de 1970 yo estaba cerca de ser economista pero lejos de ser economista liberal.
¿Qué temas trató la revista? Echándole una ojeada no pude evitar pensar que nada ha cambiado. Los artículos versaban sobre la situación de la universidad, la formación de los estudiantes de Economía, el compromiso de los economistas, y la relación entre economía y política. Había también noticias de libros de economía, y textos de economistas destacados. Sobre la coyuntura económica los asuntos son los que aún hoy preocupan en mi tierra natal: la inflación y las tensiones en el tipo de cambio y la balanza de pagos.
En cuanto a lo que escribí yo, sospecho que indica más permanencia que cambio. Por ejemplo, firmé unos artículos enlazando economía y humor, como sigo haciendo hoy, todos los meses en Actualidad Económica. Pero entre mis intereses académicos en economía sobresalían en esos años las matemáticas, y no la historia y la política. De ahí que haya escrito un artículo sobre el método de Marshall para medir la elasticidad gráficamente: lo criticaba y proponía un método alternativo. En términos de irreverencia veo que tampoco he cambiado mucho…
No sé si eso es bueno o malo. En cambio sí sé que es bueno conservar a los amigos. Entre los firmantes de La tribu de Juan Maynardo hay dos destacados economistas argentinos, que eran y son grandes amigos míos: Eduardo Amadeo y Javier González Fraga.
Como es sabido, entre las cosas que pasan, pasa la vida. Por ejemplo, han pasado muchos años desde que llegué a esta Facultad de la Complutense en Somosaguas a hacer el doctorado en el curso 1976-77. Aprovecho para agradecer a mis maestros y alumnos todo lo que me han enseñado. Y para agradecer también a Miguel García Mata y sus compañeros por la oportunidad de recordar un tiempo aún anterior, cuando era como ellos: muy joven, estudiante de Económicas, y con ganas de hacer una revista en la Facultad.
(Publicado en la revista Somoeconomicus.)
Estimado Sr. Rodríguez Brown,
No sabe usted la alegría que me ha dado usted con este artículo!
Verá usted, el otro día, a punto de entrevistar a una chavala empresaria, yo pensaba «¿para qué hago esto? Total, lo van a ver cuatro» y «seguro que la pobre chica tendrá mejores cosas que hacer que concederme una entrevista hoy». Pero por lo visto no soy la única que se mete en proyectos periodísticos de apariencia absurda por amor al arte. Lo que cuenta me hace pensar que, al final de todo este trabajo y horas de sin remunerar (que eso de los costes de oportunidad son cosa seria para nosotros los economistas, si eso me puedo llamar), está el principio de un locutor de radio al que admiro y dejan cantar por las mañanas. Así que sí, me ha hecho ver un poco la luz al final del túnel. Se lo agradezco mucho.
Y, por si se lo pregunta, la entrevista con la chica fue un éxito y muy gratificante, como casi todo lo que se hace por amor al arte.
Me alegro mucho, saludos cordiales, CRB (y recuerde que, aunque soy un viejo anglófilo, mi Braun es alemán y no inglés)