Ayer jueves por la mañana participé en la tertulia de “Más de Uno” en Onda Cero. Y Toni Bolaño nos comentaba desde nuestra emisora en Barcelona, es decir, desde la propia Rambla, sobre la gran cantidad de turistas que paseaban por ahí desde temprano. Era lógico. Las Ramblas son, junto con la Sagrada Familia, el punto de máxima concentración de visitantes de la Ciudad Condal. Y a mediados de agosto, todavía más.
Mientras charlábamos sobre los problemas de España, y en particular de Cataluña, ya estaban aquí, ya estaban en Barcelona, los asesinos. Ya estaban aquí, mezclados con los catalanes, los barceloneses, los demás españoles, los turistas nacionales y extranjeros, estaban los asesinos. Su objetivo, el de siempre: causar el mayor número de muertos y heridos, el mayor terror, el mayor desconcierto.
España conoce bien, por desgracia, el azote terrorista, y en particular lo conoce Barcelona, donde la ETA perpetró la abominable matanza de Hipercor, hace treinta años. No conocíamos el más reciente “modus operandi” de los criminales, porque matar arrollando viandantes con un vehículo es relativamente reciente en Europa. No en Israel, donde los terroristas palestinos han recurrido a este método para asesinar inocentes desde tiempo atrás. Pero en Europa empezaron hace apenas un año, en Niza. Continuaron después en Estocolmo, Berlín, París y Londres.
Y ahora, Barcelona. España sabe que, si nadie está en verdad completamente a salvo del zarpazo terrorista, nuestro país tampoco. De hecho, el Gobierno elevó la alerta antiterrorista a cuatro sobre cinco a mediados de 2015. Dentro de España, Cataluña podía ser el objetivo. Dentro de Cataluña, Barcelona. Y si pensaban matar en Barcelona con el método del atropello masivo, las Ramblas podían ser un objetivo, aún más en estas fechas veraniegas.
Ayer lo consiguieron. Es importante mantener la mente en calma cuando la ira nos hierve la sangre, o nos la congela el espanto, aunque es difícil no oscilar entre la una y el otro ante crímenes brutales como los de ayer en Las Ramblas de Barcelona.
La batalla contra los terroristas no es exclusiva de los policías, los soldados y los guardias civiles o, en este caso, los Mossos d’Esquadra. Los ciudadanos también tenemos un papel que cumplir, o más bien varios, desde la solidaridad inmediata con las víctimas y sus familiares hasta la colaboración con las fuerzas de seguridad. Otra cosa importante que podemos hacer es rechazar la segunda pata del totalitarismo criminal, que siempre camina sobre la violencia, por un lado, y sobre la mentira, por otro. Así como rechazamos la primera, no hagamos caso de la segunda; por ejemplo, desmontemos la sistemática mentira que pregonan los asesinos, al culpabilizarnos de sus crímenes. Los asesinos son los culpables, nosotros no. Ni los españoles, ni los turistas. Ni nosotros, ni nuestro país, ni nuestra religión, ni nuestra historia, ni nuestros valores.
Bueno todo eso esta muy bien, pero poco se resuelve mi querido profesor. Siguiendo el hilo de la verdad a la que usted apunta habría que dejar claro que casi un millón de moros en Cataluña, son muchos moros, mas del 10% de la población, y cual seria la verdad a pregonar? pues la única es que hay que echarlos a todos o a casi todos, especialmente a los que no aceptan ni se adaptan a nuestra cultura. Probablemente esta verdad no sea del agrado de las nuevas modas, pero no por eso dejan de ser la verdad.