Carlos Alsina, con manifiesta intención provocadora, me dijo ayer que los de Podemos son liberales, según Íñigo Errejón. Veamos lo que les respondió a Daniel Basteiro y Alberto Lardiés en El Español.
Primero, la ambigüedad calculada. Los políticos se acuerdan del liberalismo en campaña electoral, como hizo Zapatero, que sostuvo que era liberal, y al que tampoco creí («Cual torna la cigüeña al campanario», Expansión, 13 noviembre 2000). El PP también ha coqueteado con el liberalismo, cuando le ha convenido, pero siempre lo ha reivindicado a la vez que reivindicaba lo contrario, eludiendo la contradicción mediante el viejo truco de aclarar, como los socialistas, que ellos son liberales pero no extremistas, claro que no.
En terreno parecido se mueven los de Podemos. Errejón divagó sobre la “transversalidad” donde caben multitudes, porque la “frontera en España pasa hoy por la regeneración democrática y la protección de los derechos sociales o un modelo económico que no deje a la mitad del país atrás. En torno a esa frontera hay una mayoría popular nueva, con gentes que se identifican con etiquetas muy diferentes”.
Basteiro y Lardiés, lógicamente insatisfechos ante semejante humareda populista, le repreguntaron si los liberales pueden votar a Podemos, en especial tras su pacto con los comunistas. Atención a la respuesta: “Creo que sí porque en primer lugar están de acuerdo con nosotros en la soberanía nacional, que hoy está en peligro, pero no por cuestiones territoriales o por el cambio político. Está en peligro porque se reconoce que nos gobiernan señores que no hemos elegido y que son capaces de decirles a nuestros gobernantes electos lo que pueden hacer y lo que no.”
Ningún liberal ha incurrido en esta paranoia que comparten marxistas y fascistas de que estamos gobernados por malvados capitalistas. Sabemos que quienes nos arrebatan la libertad y la propiedad no son Amancio Ortega ni Bill Gates, sino los políticos.
Distingue don Íñigo a los liberales buenos de los malísimos que “quieren recortar las pensiones porque tienen un plan de pensiones privado”. Ningún liberal quiere recortar las pensiones: los populistas lo hacen, como sus amigos griegos. Los liberales queremos que los pensionistas, y no los políticos, sean los propietarios de sus pensiones. Y eso, que es la libertad, es lo que Podemos odia. Y por eso ha pactado con los comunistas la supresión de la desgravación de los planes privados de pensiones en el IRPF, es decir, ha pactado subirles los impuestos a millones de trabajadores españoles. Mienten, por tanto, los de Podemos cuando aseguran que el delirante plan de aumento del gasto público que han acordado con IU se financiará persiguiendo sólo a los superricos.
Eso sí, aunque en Podemos mienten como los demás políticos, también pueden ser muy divertidos. Errejón dice que, como “el liberalismo protege la separación de poderes”, entonces los liberales podríamos votar a Podemos. No me dirá usted que no tiene gracia.
Un servidor está hasta las narices de tener que saber, por lo que se ve, infinidad de cosas de tres al cuarto como quién es el tal Íñigo Errejón. La verdad es que casi le dan a uno ganas de decir <>. Pero sucede que <> me podrá a mí mandar y ordenar y día menos pensado. Y por supuesto, castigar. O <>, que es como me parece que se llama oficialmente a los palos que arrima el estado a quienes son pillados incumpliendo sus decenas de miles de normas de obligado cumplimiento. ¿Y no sería mejor que el muchísimo tiempo que se dedica a politicastrerías como la de enterarse de quiénes son estos señores al parecer tan importantes (no creo yo que me haya comido en mi vida ni un plato de comida gracias a ellos) lo dedicara la gente que los vota a cultivar la mente y el espíritu o su huertecito que no le hayan quitado los comunistas para dárselo a no se sabe quién, lo cual tampoco estaría nada mal (lo de cultivar uno su huertecito, no lo de que te lo quiten los amantes de turno de las transversalidades y tal para regalarlo por ahí)? ¿Qué son esas palabras terroríficas de <> o no sé qué, qué significan para empezar y a qué cuento vienen en mi vida? ¿Y qué es eso de caber multitudes en la transversalidad o como se diga eso? Pero sobre todo, ¿por qué no le dejan a uno tranquilo de una santa vez los salvadores de la humanidad a golpe de transversalidades y demás gaitas de vendedores de crecepelos caducados? Pregunta retórica: no le dejan a uno tranquilo porque a la gente, la supuesta gente inocente, ésa que nunca tiene la culpa de nada porque toda la culpa de todo la tienen los políticos que son muy malos, le seduce todo ese apestoso rollo de la regeneración democrática y patatín y patatán (flatus vocis donde los haya, porque para empezar regeneración implica que no hay democracia, y si no la hay difícilmente quienes son culpables de ello la van a regenerar si nadie les obliga, como nadie les obliga, entre otras razones porque sólo se puede obligar a algo que no gusta cuando se tiene poder de intimidación) y no digamos nada lo de la protección de los derechos sociales, que no es sólo que sea basura antiliberalo químicamente pura, que también (ya que es un considerar bueno per se el que un derecho ajeno se haga a costa de obligárseme a mí a no tener derecho a no querer saber nada con ese derecho), sino que es algo de suma inmoralidad desde el momento en que ese tipo de ambigüedades dan cobertura a la comisión en su nombre de cuantas tropelías le peten al poder. Ser liberal, dejémonos de historias, es algo tan sencillo como amar el que a uno le dejen vivir en paz: vive y deja vivir. Pero no: hay que entrometerse en la vida de la gente, porque para eso es la gente de un liberal que no veas y todo lo que sean políticas sociales, es decir, intervencionismos en la vida de las personas y por ende pecados contra su libertad, le suena a la gente a música celestial: la celestial música de su madera de esclavos natos que no se van a enterar de sus cadenas les echen encima las que les echen, entre otras razones menos campechanas por aquello de que sarna con gusto no pica.