La editorial El Barquero publicó en 2014 las Notas sobre la supresión general de los partidos políticos, que la famosa pensadora francesa Simone Weil, nacida en 1909, redactó en Inglaterra al final de su corta vida, entre 1942 y 1943.
Daré a continuación sólo una muestra de lo que dice Weil, para que podamos apreciar hasta qué punto le parecía el asunto una cosa muy seria: “El fin de un partido político es una cosa vaga e irreal…Si una sola pasión colectiva se apodera de todo un país, el país entero es unánime en el crimen. Si dos o cuatro o cinco o diez pasiones colectivas se lo reparten, está dividido entre varias bandas de criminales…La expresión ‘doctrina de un partido político’ nunca puede, por la naturaleza de las cosas, tener ningún significado…Un hombre, aunque se pase la vida escribiendo y estudiando problemas de ideas, sólo muy raramente posee una doctrina. Una colectividad nunca la tiene…Es inevitable que de hecho el partido político sea para sí mismo su propio fin…Ninguna cantidad finita de poder puede nunca considerarse de hecho suficiente, sobre todo una vez que se ha obtenido…la tendencia esencial de los partidos es totalitaria…el hecho de que la concepción del bien público propio de tal o cual partido sea una ficción, una cosa vacía, sin realidad, es lo que impone la búsqueda del poder total…Los partidos son organismos pública y oficialmente constituidos para matar en las almas el sentido de la verdad…Al entrar en un partido uno renuncia a buscar únicamente el bien público y la justicia…Cada partido es una pequeña Iglesia profana armada con la amenaza de la excomunión…El espíritu de partido empuja incluso a personas decentes al encarnizamiento más cruel contra inocentes…Si se confiara al diablo la organización de la vida pública, no podría imaginar nada más ingenioso.”
Parece que Simone Weil realmente propone suprimir los partidos políticos, y además no es una recomendación caprichosa, porque realmente las acusaciones que vierte sobre ellos están fundamentadas, como acabamos de ver. Se comprende que T.S. Eliot haya dicho que la obra de Weil pertenece al género de “prolegómenos de la política, libros que los políticos rara vez leen, y que tampoco podrían comprender y aplicar”.
El problema es que Weil es una pensadora poco clara. De entrada, si uno realiza un planteamiento tan radical, podría al menos plantear una alternativa. En las citas que he presentado, cabría incluso concluir que la autora es una liberal, que postula ante todo la limitación del poder. Y, sin embargo, esta idea, que no es una idea complicada, tampoco de termina de ser expuesta con nitidez. Si solo suprimimos los partidos, evidentemente, no por ello protegemos la libertad. De hecho, dicha eliminación ha sido reivindicada por los totalitarios partidarios de la “democracia asamblearia”.
Y al comienzo del libro, Simone Weil parece inclinarse en favor de los sistemas democráticos anglosajones, y en contra de los europeos continentales. No es gran cosa, la verdad.