Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, la va crujir a impuestos a usted, señora. Como los socialistas saben que es así, pero no lo pueden reconocer, ya han lanzado una campaña de propaganda, que se ejecuta a varios niveles.
El más abstracto es el del propio Warren, que declamó: “Si algo define al PSOE en su trayectoria es su compromiso irrenunciable con la justicia social y la defensa de la igualdad”. Nótese la vacuidad de ambos conceptos, que son adulteraciones de dos ideas liberales. La primera es la justicia, que la política moderna falsea presentándola como la necesidad de que el dinero de mi vecina le sea arrebatado por la fuerza para dármelo a mí, que soy pobre. La segunda es la idea de la igualdad, que en manos de los enemigos de la libertad se desvirtuó también, pasando de la igualdad liberal, ante la ley, a la igualdad socialista, mediante la ley.
La indefinición de los conceptos pulveriza la noción fundamental de la libertad, que es la limitación del poder. En manos de los socialistas ello nunca representa un riesgo, al contrario, dice Sánchez: “no hay agente más corrosivo para la democracia que la inacción ante el avance de la desigualdad”. Jamás le preocupará la desigualdad entre el poder y sus súbditos; al contrario, procurará aumentarla con ahínco, y con una de las mentiras clásicas del socialismo, a saber, la monopolización de la democracia, que de su mano queda otra vez adulterada, porque ya no significa que las trabajadoras puedan elegir, sino que los socialistas eligen por ellas. Naturalmente, “lo público” es presentado como óptimo, justo, igualitario y prácticamente gratuito.
De Warren para abajo, la campaña se articula en todos los niveles en torno a esta gratuidad, a saber, los impuestos no los pagará usted, señora, sino una minoría de ricos. Esta farsa es fundamental, para que usted no proteste, y para que las poderosas fuerzas políticas, sindicales, intelectuales y mediáticas de la izquierda puedan ejercer su labor de zapa para prevenir cualquier reacción extendida, y por tanto peligrosa, ante el saqueo.
En algunos casos el fascismo es de manual, como cuando se sostiene que si usted protesta es porque es rica, y por tanto, por definición, no tiene razón, es una mujer egoísta e insensible. Otros casos se presentan desde los medios gubernamentales permanente y apresuradamente, como el asombroso argumento según el cual hay que subirles los impuestos a las trabajadoras en España porque en otros países el poder las sablea todavía más.
Antes de que alguien levante la mano para protestar, le dirán que no hay discusión posible, que es perentorio recaudar más, y que es inconcebible que alguien postule seriamente que su dinero de usted, señora, está mejor en su cartera que en los bolsillos de los poderosos. ¿Cómo oponerse al papel redistribuidor del Estado?
Sus derechos, señora, se han ido, y Warren, el recaudador igualitario, sonríe.
Sin ir mas lejos, uno de CCOO que además se llama Sordo, dijo aquello de acabar con la tontuna de que el dinero donde mejor está es en bolsillo de los ciudadanos. En la línea del doctor. Todavía hay quien cree que solo van a pagar «los ricos», unos entes filantrópicos incorpóreos. Cuando a uno de estos sujetos se le pregunta si tiene un diesel y contesta que sí, es inevitable reírse. Luego viene el silencio cuando se les dice que el doctor va a subir el precio del diesel hasta igualarlo con la gasolina. Por lo visto no se habían enterado. Y para qué seguir con ejemplos de esta índole. El personal no es capaz ni de votar con el bolsillo, cuanto más de hacer la O con un canuto, que queda más allá de su horizonte de complejidad.