El presidente del Gobierno, Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, ya está en el Palacio de la Moncloa, y esta semana ha sido reveladora en términos de propaganda, para que olvidemos quién lo ha llevado hasta allí —y cómo.
Por eso lo vimos corriendo, con la naturalidad con la que actuamos en nuestra casa. Tuvo que dar, eso sí, señales de demagogia, como transmitirnos que se había cruzado con otros corredores, como si fuera un ciudadano más, como si cualquiera de nosotros pudiese ir a trotar por la Moncloa.
Pero Warren es el jefe, y eso lo comprobamos en la cariñosa entrevista en la televisión pública, o sea, en la televisión privada de él. Resultó diáfana la importancia de Warren, sentado lejos de los periodistas, para dar imagen de solemnidad y autoridad, como si fuera el Rey de España —por cierto, un modesto consejo para el monarca genuino: don Felipe, tenga mucho cuidado, Señor, que nada parece retener a Warren en Miami, y ha dado muestras de abrigar bastante más ambición que escrúpulos para lograr sus objetivos; si algún día el Señor detecta movimientos en el trono, que no dude: es Warren, que va a por él.
En la entrevista en TVE desplegó las directrices básicas del Gobierno: todo debe ser amabilidad y diálogo, frente a la antipatía y la crispación que, como sabe cualquiera, solo caracterizan a la derecha.
Los topicazos pseudoprogresistas fueron copiosos, como el que una vez creada la riqueza, hay que distribuirla, como si fuera obvio que yo tengo derecho a la riqueza que usted ha creado. Pero esa es la “agenda social” del buenismo gobernante, igual que guiñarle a los grupos de presión afines hablando de “terrorismo machista”, “víctimas del fascismo” y “brecha salarial”. En cuanto a la brecha verdadera, la brecha fiscal, piensa crujir a millones de trabajadoras con “nuevas figuras impositivas” y el “destope” de las cotizaciones. Además, atacará a las mujeres vía la mayor rigidez de los privilegios que cederá a los sindicatos.
Cuando le preguntaron por la fecha de las elecciones contestó, casi sorprendido, que él naturalmente se va a quedar hasta el final de la legislatura. En realidad, se quiere quedar después, porque para eso el gobierno de Warren Sánchez es lo que parece: una campaña electoral.
Nos vemos en el hall del teatro.