Sáenz de Santamaría asegura que las tribulaciones electorales del Partido Popular se deben a la corrupción. Este argumento tiene una ventaja para ella: la exime de responsabilidad en la crisis de su partido.
Rajoy y los suyos siempre dijeron que la corrupción no iba con ellos. Más bien, añadían, fueron sus víctimas porque ellos no la dejaron pasar, y el electorado los castigó, atribuyéndoles culpas que no tenían. Incluso añaden: y encima nos sancionan sólo a nosotros, porque en otros partidos la corrupción parece no pagarse en las urnas, o no hacerlo a un precio tan oneroso.
Si esta fuera toda la verdad, sospecho que entonces no habría habido batalla por el liderazgo del PP. En efecto, supongamos que el proceso cuyo desenlace conoceremos este fin de semana se hubiese producido con los mismos candidatos, pero que Soraya no hubiese tenido nada que ver con el Gobierno de Rajoy. Cabe suponer que su victoria sobre Pablo Casado habría sido más abrumadora en las primarias, y probablemente lo sería en la mal llamada “segunda vuelta”. Sáenz de Santamaría es aparentemente mejor candidata que Casado: está más preparada profesional y políticamente, tiene más experiencia, es también joven, y además es mujer.
Si la ventaja de Soraya sobre Pablo, en la realidad, no fue abultada, y si se supone que los resultados de los votos de los compromisarios serán ajustados, debe ser porque ella tuvo todo que ver con el Gobierno de Rajoy, desde luego más que Pablo.
En otras palabras, Soraya es responsable de la sangría electoral porque fue la principal cómplice de Rajoy en la Moncloa. Y no es la corrupción de otros la injusta causante de la sangría, sino el Gobierno del PP, un Gobierno que, como he apuntado en alguna ocasión, se dedicó a una peligrosa estrategia política, que consiste en abofetear a su electorado. No puede ser que la subida de los impuestos o la gestión de la crisis catalana hayan sido irrelevantes para explicar los votos perdidos del PP.
Como dijo Carlos Alsina ayer en “Más de Uno” en “Onda Cero”, si gana Pablo es porque Sáenz de Santamaría es el marianismo, y los compromisarios consumarían con su apoyo a Casado la segunda moción de censura a Rajoy, esta vez, desde dentro del ámbito de los dirigentes de su propio partido.