Una frase célebre entre los economistas, atribuida a Samuelson, es: “Si un hombre se casa con su ama de llaves, baja el PIB”. Como el PIB es la suma del valor de los bienes y servicios producidos, y como los servicios se computan por su coste, el matrimonio del señor con el ama de llaves significa el fin del pago de un salario explícito. Como ese salario computa en el PIB, ese matrimonio rebaja la riqueza del país. ¿Está claro?
No del todo, incluso aunque no se intentaba hace cincuenta años medir la felicidad, que muchos optimistas partidarios del matrimonio pensamos que dicho sacramento o contrato genera, felicidad que obviamente aumenta con el número de los que se celebran.
Actividades ilegales
El caso de la inclusión del narcotráfico o la prostitución en el PIB es diferente, por supuesto, porque comporta actividades ilegales o, si son legales, generalmente están en buena parte ocultas al fisco. Pero de todas maneras, precisamente como las drogas y la prostitución, por la prohibición o la discreción, dan lugar a transacciones no computadas oficialmente, su inclusión en el PIB daría lugar a una economía más boyante de lo estimado actualmente por la Contabilidad Nacional
Sin embargo, y además de que es patente que, si las transacciones existen, sumarlas no aumenta la riqueza real, hay dos asuntos que merecen consideración. El primero es que este intento de sumar drogas y prostitución insiste en la antigua distorsión típica del PIB de ignorar los bienes intermedios, lo que agiganta el papel del consumo, minusvalora el ahorro, y propicia la falacia keynesiana de que todo lo que incremente el consumo hace lo propio con la prosperidad.
El segundo asunto es que el narcotráfico y la prostitución no pagan impuestos. Cuanto más se los investigue más fácil será para las autoridades atraparlos fiscalmente. No se queje usted, empero, porque seremos más ricos: el PIB a precios de mercado incluye los impuestos indirectos, de toda la vida.
(Artículo publicado en La Razón.)