Hace tiempo vi una viñeta de El Roto en El País en la que aparecía un toro de lidia con banderillas frente al torero que le enseña el capote con una mano y con la otra sostiene la espada. Y el toro dice: “¡Cómo me gustaría ser vaca suiza!”.
Dejemos de lado hoy la consideración detallada del animalismo y en concreto a los antitaurinos, que en otro lugar he analizado como ejemplos del totalitarismo contemporáneo, cuya aspiración no es proteger al animal sino degradar al humano, identificándolo con el animal (véase “La caza y los toros”, aquí: http://goo.gl/t110UA).
Dos asuntos concretos llaman la atención en la viñeta de El Roto. En primer lugar ¿por qué habla de vaca suiza? Da la sensación de que sólo las vacas helvéticas están a salvo de ser lidiadas, como si las vacas españolas estuviesen sobre-representadas en nuestras plazas de toros, que, por supuesto, se llaman “de toros” no por casualidad. En fin, olvidemos este tema, aunque no creo que se pretenda modificarlo con cuotas para lograr la igualdad vacuna.
Pero, además, conviene plantearse una segunda pregunta: ¿qué creerá El Roto que les sucede a las vacas suizas? Su viñeta sugiere que esos animales tan provechosos tienen en los cantones de aquel bonito país una existencia tan apacible como sus onduladas campiñas. Por supuesto, nadie las explota y mucho menos las mata. Al contrario: mueren todas de muerte natural en lujosos asilos rodeadas de su familia, con cuidados médicos y consuelo espiritual.
(Artículo publicado en La Razón.)