No hay nada perfecto en la vida, ni siquiera la tristeza. Si el populismo lamentablemente ha puesto el pie en nuestra democracia española, al menos parece indudable que está tropezando más allá del Atlántico, empezando por su más reciente disgusto: Mauricio Macri ganó las elecciones presidenciales del domingo en mi Argentina natal, aunque por un margen menor al esperado, y puso fin a doce años de la siniestra dinastía Kirchner. No cabe entusiasmarse demasiado con Macri, ni con ningún político de ningún país, pero comparado con los Kirchner parece claramente mucho mejor…aunque más no sea porque es casi imposible ser peor.
El populismo kirchnerista, o chavista, ha adquirido carta de presentación en nuestro país gracias a Podemos. El cuidado de la imagen, y una retórica que elude las antiguallas marxistas, sustituyéndolas por las brumosas demagogias populistas (“los de arriba”, “las elites”, etc.), han permitido a Pablo Iglesias y sus secuaces cosechar importantes éxitos electorales.
Aunque es verdad que tras los comicios catalanes han entrado en una fase de turbulencias y acaso de estancamiento, lo conseguido hasta ahora debería enorgullecerlos, y a la vez deprimirnos a los amigos de la libertad, ante el patente crecimiento político de quienes la aborrecen. Pero hay consuelos en la otra orilla del mar.
Desde hace ya tiempo Guatemala se ha convertido en mi nueva patria latinoamericana, y viajo más allí que a la Argentina. En ese precioso país centroamericano está la Universidad Francisco Marroquín, la gran universidad liberal del mundo, que me ha honrado nombrándome doctor honoris causa y profesor visitante. Todos los años voy allí a cursos y conferencias, y, lógicamente, me interesan sus vicisitudes políticas.
Pues bien, hace pocas semanas ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales un candidato con escasa experiencia política: el empresario, economista y actor Jimmy Morales. Persona religiosa, evangélica, derrotó en su carrera presidencial a candidatos como Manuel Baldizón y Sandra Torres, identificados con el populismo, mientras que Morales reivindicó “una forma nueva de hacer política sin demagogia, sin populismo, sin regalos, sin corrupción”.
Para Carlos Sabino, sociólogo, historiador, autor de los dos importantes volúmenes de Guatemala la historia silenciada, y profesor de la Marroquín, la llegada de Morales mueve al optimismo, y no sólo en ese país: “Si a lo ocurrido en Guatemala sumamos los resultados de las elecciones argentinas –donde la ciudadanía dio un certero golpe contra el continuismo del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner– y si tomamos en cuenta el repudio del gobierno de Brasil, la muy baja aceptación de la coalición de izquierda en Chile y otros movimientos en Honduras y México, por ejemplo, podemos afirmar que se está produciendo un viraje muy esperanzador en América Latina. Ya no ganan las elecciones los que más prometen, ya no se acepta pasivamente que se utilicen los programas sociales para utilizarlos como instrumento del clientelismo, ya no se tolera como antes la generalizada corrupción.”
(Artículo publicado en La Razón.)