Richard Boucher, que fue secretario general adjunto de la OCDE, declaró hace un par de años: “España sólo vale por el flamenco y el vino tinto”. Aunque la intención del burócrata norteamericano era claramente ofensiva, y podría apuntarse entre los abundantes motivos suficientes como para cerrar tan inútil institución, sí es verdad que, aunque celebramos el vino español, no siempre hacemos lo propio con el flamenco. “No sé lo que pretenden”, dicen que sentenció severamente don Miguel de Unamuno al final de un espectáculo de cante hondo a donde lo habían llevado sus discípulos en Salamanca.
Pues bien, lo que pretende y logra el flamenco es el objeto de un delicioso libro compilado por José María Sánchez-Robles: Un poco de jaleo, Marbella: Edinexus, 2013. Desfilan textos nada menos que de Cervantes, Pérez Galdós, Baroja, Valle-Inclán, Lorca, Bécquer, los hermanos Machado, Gómez de la Serna, Darío, Modesto Lafuente, W. Humboldt, Estébanez Calderón, Camba, y otros. Se sitúa al flamento en dos importantes sedes: Sevilla y Madrid. Y se describe y analiza el papel crucial y sempiterno de los gitanos.
Pero no sólo de textos vive el hombre, y mucho menos el flamenco, que, como acertadamente apunta Sánchez-Robles, “es un conjunto casi infinito de estampas”. Y por esto este libro incluye numerosas imágenes, con cuadros, retratos, carteles y excelente fotografías, con lo que cabe formular una doble invitación: “Pasen y lean” y “Pasen y vean”.
(Artículo publicado en La Razón.)