A la hora de analizar los Presupuestos desde el lado de los ingresos conviene reconocer la existencia de tres ciclos solapados: el fiscal, el político y el económico.
El ciclo fiscal potencia el económico, porque cuando la economía crece desencadena una dinámica hacendística virtuosa: los ingresos aumentan con el PIB, mientras que los gastos tienden a contenerse en un capítulo importante, porque los llamados estabilizadores automáticos, en particular las prestaciones por desempleo, se moderan. Cuando la economía se frena sucede lo contrario: los ingresos disminuyen mientras que los gastos, especialmente los asociados con el paro, aumentan.
La situación actual, de una débil recuperación de la actividad económica, sugiere que estamos cambiando el ciclo fiscal, no por la austeridad de las Administraciones Públicas, que no ha sido más que testimonial, sino por el duro ajuste del sector privado, que se ha traducido en millones de parados y en decenas de miles de empresas que han debido cerrar. Finalizado el ajuste privado, la Hacienda puede abordar el segundo ciclo, que es el básico para de las autoridades.
En efecto, el delicado ciclo político se encuentra en un punto crítico, dado el impacto electoral negativo que representó el incumplimiento de la promesa estrella del nuevo Gobierno en 2011, cuando no sólo no bajó los impuestos sino que los aumentó, prosiguiendo de tal modo con los efectos negativos originados por la misma medida aplicada por Zapatero, y que con tanto acierto denunció Rajoy cuando era jefe de la oposición: nunca hay que subir los impuestos, pero sobre todo no hay que hacerlo cuando el país se está recuperando de una crisis, como la de 2007-2009. El desenlace fue la segunda recesión 2011-2013. La constatación de la pérdida de votos, más el inminente horizonte electoral de 2015, animaron al Gobierno a emprender una reducción de los ingresos fiscales, dentro de la enorme restricción que comporta el mantenimiento del Estado de bienestar que este Gobierno, como todos, aspira a mantener y consolidar.
En tales condiciones, es imposible bajar los impuestos de modo apreciable, y por tanto eso no va a suceder. La estrategia del Gobierno, por mor del ciclo político, ha sido apostar por el tributo más visible y que más irrita a la sufrida clase media: el IRPF. Su recaudación, por tanto, se reducirá un 0,3 % con respecto a lo presupuestado en 2014. Esto no significa una disminución de los ingresos tributarios totales, que aumentarán, antes de la cesión a entes Territoriales, un 3,5 %, derivado fundamentalmente de una subida en los ingresos por Sociedades del 5,5 % y del IVA de un 9.9 %, derivado a su vez de la mayor actividad y de la subida de tipos en ambos tributos.
Y, por fin, el ciclo económico: ¿qué impacto tendrán los ingresos fiscales en la recuperación de la economía española? Es imposible saberlo, pero cabe conjeturar algo que, visto lo que hay, puede ser motivo de un cauto optimismo: es muy posible que la política de ingresos del Presupuesto de 2015 no cause a la actividad un daño equivalente al de ejercicios anteriores.
(Artículo publicado en La Razón.)