Don José Luis Ábalos acusó al PP de propugnar un sistema de pensiones de capitalización privada, lo que equivale a que “volvamos a la prehistoria” para el ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE, que añadió: “Un principio de la economía neoliberal que abraza la derecha, es sálvese quien pueda: procúrese usted su plan de pensiones, su sanidad, su educación, en definitiva, acuda al mercado para solventar la protección social”. La misma grave acusación la formuló Pedro Sánchez en uno de sus tantos momentos bochornosos en el debate de Atresmedia, afirmando que el PP quiere privatizar las pensiones.
Empecemos por la historia, de la que abusan los totalitarios, que suelen asegurar que la conocen y anticipan, sabiendo siempre lo que es avanzar y retroceder. Incluso la utilizaron como disculpa de sus crímenes: “La historia me absolverá” es la misma frase que pronunciaron, no por casualidad, Fidel Castro y Adolf Hitler.
El señor Ábalos podría echar un vistazo a La miseria del historicismo de Karl Popper, y abrigar algo de duda cuando sentencia que por donde va el socialismo, van el progreso y la historia.
En el caso concreto de las pensiones, además, si la historia es lo que hace la gente, resulta que la gente respalda el tan odiado “neoliberalismo”. Hay docenas de países con sistemas de pensiones privados y de capitalización. En la propia España, varios millones de trabajadores ahorran para su jubilación en planes de pensiones privados. Supongo que don José Luis no se atreverá a llamar prehistóricas neoliberales a millones de trabajadoras que acuden al mercado para solventar la protección social. Pero nunca se sabe.
Lo que sí se sabe con alguna certeza son dos cosas. Una es que nuestra derecha “neoliberal” en ningún caso quiere acabar con las pensiones públicas. La otra cosa que se sabe es que ese mercado que demoniza la izquierda nunca es el “sálvese quien pueda”. Esa antigua falacia identifica libertad con selva, cuando la libertad no prospera entre salvajes sino entre contratos, que las personas entablan en beneficio mutuo.
Entender eso, entender que la sociedad civil procura el bienestar de las mujeres y los hombres libres, puede que resulte difícil si uno padece demasiados prejuicios contra la libertad, o si uno se ha pasado toda la vida medrando en la política.