Como el populismo se pone incuestionablemente de moda en nuestro país, recordemos una frase célebre del general Perón, cuando se lamentaba: “los salarios suben por las escaleras pero los precios suben por el ascensor”. Ayer el INE confirmó lo avanzado hace dos semanas y que ya comentamos aquí: lo de la infausta deflación creciente y alarmante era, efectivamente, un camelo.
Ahora el pensamiento fofo sigue en sus trece, y pasa a agradecerle al BCE los enormes servicios prestados a la hora de “alejar el fantasma de la deflación”. Las celebraciones continuarán mientras no se piense en la lógica política del propio banco emisor y mientras no suba el IPC de modo apreciable, cosa que, como es bien sabido, puede suceder mientras se está inflando una gran burbuja, porque el impacto de la expansión monetaria no es (y muchos menos partiendo de una inflación baja) siempre proporcional y directo sobre el nivel general de precios sino sobre la estructura de los precios relativos, como descubrió el irlandés Richard Cantillon hace trescientos años. La ola de liquidez orquestada antes de 2007 por los bancos centrales del mundo, empezando por la Reserva Federal, no se tradujo en elevadas inflaciones medidas por el IPC, sino más bien al contrario.
En España, y en términos de IPC, los precios están creciendo desde hace seis meses, y en mayo la inflación fue de un 0,5 % con respecto a abril. Por lo tanto, no es nada desatinado anticipar una inflación interanual positiva en el segundo semestre de 2015.
Volvamos a Juan Domingo Perón. Parece razonable pensar que a poco que las subidas salariales ya pactadas queden por debajo del incremento del IPC arreciarán los llamamientos para aumentar más los salarios. De ahí la reclamación de la CEOE de moderación salarial, y la de los sindicatos en sentido contrario.
El horizonte de una inflación positiva, sumado a una consolidación del crecimiento de la actividad económica, no sólo presionará los salarios al alza sino que moderará cualquier ímpetu reformista razonable que aún pudiera permanecer en la llamada clase política, en campos tan importantes como la negociación colectiva y la efectiva desnaturalización desde los tribunales de los EREs tal como los conocíamos en España. El riesgo quedará aletargado hasta la próxima recesión que, como dijo ayer el “Economist”, es algo para lo cual el mundo desarrollado, a pesar de lo que parece, realmente no está preparado.
(Artículo publicado en La Razón.)