Christine Lagarde, heroína del progresismo, ha caído en desgracia ante El País, que reprocha «la mano dura» del BCE. Lagarde ha mantenido intactos los tipos de interés, y eso «ha congelado el crédito y contrae la inversión, la compra de viviendas y el consumo privado; en España, la traducción ha sido nítida al tensar los presupuestos de cinco millones de familias que tienen una hipoteca a tipo variable». Progres buenos, Lagarde mala.
La argumentación de El País es asombrosa: «Fráncfort se propuso aplacar una inflación que se disparó en 2022 por los costes de la energía y los cuellos de botella en la cadena de distribución global generados después de la pandemia. Desaparecidos esos factores, la inflación ha ido deshinchándose. Pero los tipos siguen muy arriba».
El periódico ignora completamente la relación entre la inflación y la política monetaria expansiva. Es un diario de España, donde se supo que la inflación es un fenómeno monetario cuatro siglos antes de Friedman. Ni una palabra dicen en El País, pero se ponen estupendos criticando al «sector más ortodoxo del BCE» y pronosticando sobre los tipos: «Cada mes que el BCE los mantenga en su nivel actual, seguirá causando estropicios en el crecimiento de la eurozona y el bienestar ciudadano». Como si no hubiera causado estropicios por su política contraria anteriormente.
Otra joya, en el mismo sentido y en el mismo sitio, fue la entusiasta entrevista con la profesora Isabella Weber, a la que llaman «la mayor voz emergente en el siempre fecundo –y tantas veces desatendido– campo de la heterodoxia económica». Pues bien, ni fecundo ni desatendido, porque el primer diario de nuestro país brinda sus páginas a gansadas antiliberales, empezando por esta ilustre sabia, idolatrada porque echó la culpa de la inflación a (venga, ¿no lo adivina usted?) los márgenes empresariales. Los escolásticos salmantinos ya sabían que eso es un bulo, pero, nada, erre que erre con los pérfidos beneficios. Por supuesto, la profesora Weber tiene claras las cosas. Y ante la intencionada pregunta de: «¿Han ido los bancos centrales demasiado lejos en su respuesta?», responde rauda: «Sí. Es hora de bajar los tipos».
Lagarde, siempre atenta al progresismo, ha reconocido que «ha dañado la economía más de lo esperado», leí en Expansión. Como si la «dura» no la hubiera dañado antes siendo «blanda» con los tipos artificialmente bajos.