Se extiende la alarma entre los populistas, porque parece que el pueblo piensa darles la espalda, aún más, por lo que han hecho ellos y por lo que ha hecho Warren Sánchez: no sólo llegó a la Moncloa, sino que pretende seguir allí, ganando las próximas elecciones sobre la base de una arriesgada carambola donde juegan los peores enemigos de nuestros derechos y libertades, y en la que el futuro de Warren depende de que no nos demos cuenta.
Entre tanto, los que se han dado cuenta son los populistas. Ante su estupor, resulta que Warren no sólo les ha birlado sus banderas, sino que puede esgrimirlas con mayor eficacia que ellos. Es notable el caso del nacionalismo, porque Iglesias y sus secuaces pretendían monopolizar la estrategia dialogante con los independentistas, separándose así no solo de la derecha sino también del PSOE. Lo pagaron en las urnas, y a comienzos de este año Iglesias alertó a sus cuadros: “Amplios sectores de las clases populares en Cataluña esta vez no se han identificado con nosotros. Es algo que debemos tener muy en cuenta”. Claro que sí, o se les acaba el cuento y a ver cómo pagan el chalé sin su dinero de usted, señora.
El daño sufrido es claro. Informó El País que Iglesias empezó 2017 “reelegido en la asamblea ciudadana de Vistalegre 2 en febrero y lo cerró siendo el líder con la peor imagen de los principales partidos”. Seguramente no será el flirteo con los independentistas lo que más le ha perjudicado, porque hay que sumar a ello la gestión de Podemos en importantes ciudades de nuestro país. Más el chalé, claro.
Pueden intentar el camelo del 15-M y la movilización, pero no se entendería que atacaran al mismo Gobierno que han llevado a la Moncloa. Otros señuelos, como la “agenda social” o “la recuperación inclusiva” son banderas esgrimidas ahora por Warren y sus ministras —que ceden ante los nacionalistas, pero habrá que ver si pagan los mismos costes políticos que Iglesias. Y a progre nadie le gana a Warren, que ya está promoviendo la eutanasia, removiendo los restos de Franco, y subiéndoles los impuestos a las trabajadoras, es decir, el mismo programa de Iglesias, que anda desesperado buscando banderas que ayuden al pueblo. Ahora intenta exterminar a Airbnb y Cabify. Puro progreso, vamos.