El proteccionismo, esta semana de actualidad por las reaccionarias medidas de Trump, tiene una larga tradición, a pesar de los esfuerzos de los economistas, que llevan dos siglos y medio denunciando que beneficia a políticos y empresarios no competitivos, y cuyos costes paga siempre el pueblo en términos de bienes y servicios más caros, y la economía en general en términos de una menor competitividad.