Se dice que nuestra Hacienda Pública tiene un solo problema: los ingresos. Es de puro sentido común: si no hay suficiente dinero, habrá que ingresar más. Lo subrayaron los gobernantes de las autonomías: o entra más dinero o vamos a dejar a una señora sin sanidad. Luis de Guindos remató la consigna y sostuvo: la sociedad quiere el Estado de bienestar, con lo cual hay que ver qué hacemos para aumentar los ingresos públicos.
Lo más deplorable, y revelador, de toda esta cuestión, sin embargo, no reside en los políticos, cuyos intereses son más o menos detectables. Lo triste son mis colegas economistas que eluden el estudio del Estado. En su arrogancia, incapaces de ir más allá de la teoría neoclásica, puramente asignativa, sólo ven un mero problema técnico.
No entran a analizar el Estado, que es para ellos una variable exógena. Existe un proceso ideológico/político que revela las preferencias de la sociedad por un nivel de gasto determinado. Una vez conocido ese nivel, la labor del economista es establecer la manera más eficiente de recaudar el dinero necesario para sufragarlo.
A partir de ahí no hay opiniones realmente para todos los gustos, sino una coincidencia poco analizada. En la actualidad, el mantra es: hay que acabar con las deducciones porque, claro, no se pueden subir los impuestos (¡explícitamente!). Otra variante de estos juegos malabares es el IVA: no hay que subirlo, claro que no, pero tampoco bajarlo, salvo para unas pocas actividades; es necesario acabar con el tipo super-reducido, y al mismo tiempo (se precipitan a aclarar como si tuvieran todos los elementos en consideración), hay que compensar a los perdedores a través de la redistribución por vía del gasto.
Son legión los supuestos “expertos” que declaman en este sentido, y abarcan un amplio espectro ideológico. En la misma línea, así como Podemos quiere subirles los impuestos a millones de trabajadores españoles, eliminando la deducción fiscal de los planes de pensiones privados, conviene no olvidar que quien empezó a reducir esa deducción fue el supuesto gobierno “neoliberal” de Mariano Rajoy, que no deja de insistir en que el problema aquí son los ingresos, y que es urgente preservar el Estado de bienestar.
Pero volvamos a los economistas y a su fofo pensamiento. Se me dirá: también Hicks dijo que no había que analizar el Estado en Value and Capital. De acuerdo, pero el libro fue publicado en 1939. Tiene menos justificación la muchedumbre de economistas convencionales, siempre altivos y desdeñosos frente a quienes recelan de su pretendida sabiduría, que simplemente ignoran que a Buchanan le dieron el Nobel por eso: por haber sacado a los economistas de su edad de la inocencia con respecto al Estado. Quiero decir, a los economistas que se dejaron.