Los Presupuestos son la política por excelencia, con lo que su dudosa moralidad no debería extrañar. Un aspecto de la misma son los chantajes perpetrados en su torno. Así sucede con el PNV, que condiciona su apoyo a la supresión de las medidas adoptadas en Cataluña al amparo del artículo 155 de la Constitución. Este, sin embargo, es sólo un episodio más de una antigua y repetida historia de coacciones, en donde grupos en ocasiones ridículamente minoritarios obtienen suculentas tajadas del dinero de todos a cambio de su voto favorable en las cámaras.
También procuran obtener beneficios los que votan en contra, como el PSOE, que está empleando las cuentas del Estado para acumular capital político, es decir, lo mismo que los demás, mintiendo con descaro. Sólo así se entiende que Sánchez haya asegurado seriamente que no puede apoyar los Presupuestos porque el Gobierno se “plantea un horizonte presupuestario en el que el Estado social cada vez es más mínimo”. Sánchez sabe que miente, porque los capítulos más importantes del gasto social, incluyendo la educación, la sanidad y las pensiones, todos suben por encima del 3 %.
Por lo que han anunciado los socialistas, su estrategia en el debate oscilará entre la impostura, los cantos de sirena y los trucos de magia. En efecto, pretenderán ser serios, y propondrán reducir la deuda y cumplir con el déficit; y al mismo tiempo, aconsejarán “una política expansiva de nuestro gasto productivo y del Estado del Bienestar”. Obviamente, mientras la aritmética no sea abolida, no habrá forma de pagar esto sin subir los impuestos. Y aquí los socialistas recurrirán a la magia “robinhoodiana” y dirán que la fiesta se pagará usurpando sólo los bienes de los ricos, con lo que los trabajadores no tienen nada que temer. Todo el éxito electoral de la izquierda descansa sobre la probabilidad de que mucha gente se crea este fabuloso camelo.
El chantaje, por supuesto, incluye al propio Gobierno, que procura atender por interés electoral a grandes “colectivos”, los mismos con los que coquetea la izquierda. Pero con más comodidad, considerando que la subida de la previsión del crecimiento del PIB al 2,7 % podía quedarse, como suele suceder en las fases alcistas del ciclo, corta, y el paro caer por debajo del 14 % de la población activa el año próximo.