Desde hace tiempo denuncio el error de atribuir ningún liberalismo al Fondo Monetario Internacional. Cuando analicé el delirante programa (o lo que sea) económico de los populistas de Podemos, no dejé de señalar que confluía con su supuesta bestia negra engendrada en Bretton-Woods en 1944.
En efecto, el FMI, burocracia ineficaz, fundada por políticos y financiada con impuestos, siempre pide que aumenten dichos impuestos, lo mismo que Pablo Iglesias y sus secuaces. Es verdad que el FMI pone más énfasis en el control del déficit, que a los irresponsables bolivarianos les importa una higa, pero también en el gasto “social”, que jamás ha aconsejado disminuir.
Pues bien, un amable crítico, seguidor de mi cuenta en twitter (@rodriguezbraun) discrepó, alegando que media una gran diferencia entre Podemos y el FMI: los podemitas pretenden aumentar la presión fiscal directa, mientras que el FMI recomienda por regla general en España subir más la indirecta. Concluyó así mi seguidor: “¿Cómo puede una subida del IRPF a las rentas altas castigar al ciudadano medio? Yo diría que le beneficia”.
Esta reflexión es un elemento central de la usurpación tributaria que hemos soportado en el último medio siglo, llamado de “capitalismo liberal” cuando estriba en lo contrario de lo que el liberalismo defiende, que es la propiedad privada y la libertad de contratar. La opresión fiscal jamás ha sido tan alta, y una de sus claves ha sido la generalización de la democracia: este proceso usurpador es democrático de modo tan claro como paradójico, porque fue llevado a cabo por gobiernos surgidos de elecciones en donde la mayoría de los votantes no querían pagar más impuestos y, sin embargo, han terminado pagando muchísimo más. ¿Cómo pudo suceder algo tan asombroso?
Sospecho que la explicación pasa por lo que dice mi seguidor en Twitter: porque mucha gente ha creído que subir los impuestos a los ricos nos beneficia a los demás. En su origen, los impuestos sobre la renta se plantearon así: tranquilizando a los ciudadanos porque iban a pagar sólo los millonarios, y la recaudación revertiría sobre el conjunto del pueblo. El mensaje se sigue repitiendo hoy: la izquierda asegura que lo bueno y lo justo es subirles más los impuestos a los ricos.
Sólo la propaganda permite que sobreviva una mentira tan escandalosa, puesto que el mecanismo político distributivo del Estado democrático moderno ha llegado a una dimensión tal que es imposible financiarlo quitándole el dinero a los ricos: de hecho, la izquierda ha considerado llevar el tipo marginal del IRPF a partir de los 50.000 euros anuales, lo que evidentemente castiga con la máxima progresividad a millones de ciudadanos que en ningún caso cabe calificar de opulentos. Las subidas de impuestos a los ricos son un mero señuelo para una rancia estratagema usurpadora del fisco sobre una gran masa del pueblo.
(Artículo publicado en La Razón.)