Para bajar los precios, no conviene acosar a los oferentes y animar a los demandantes. Pero eso mismo es lo que pretendían los socialistas con su proyecto de decreto sobre los alquileres, bajo el disfraz de que querían brindar más seguridad a los inquilinos ampliando el plazo de prórroga de los contratos a cinco años, limitando las fianzas, o bloqueando los desahucios, lo que tendría precisamente ese efecto doble, encareciendo por tanto los alquileres.
Lógico, dirá usted: la deriva antiliberal del socialismo de las últimas décadas nos ha situado bastante lejos del socialismo de los años de Miguel Boyer, que desmontó buena parte de la herencia franquista en los alquileres. Porque, efectivamente, la idea de que hay que intervenir en los alquileres es típicamente fascista, y ahora la izquierda coquetea con ella como si fuera progresista cuando es muy reaccionaria. De hecho, la dictadura franquista prácticamente se cargó el mercado de los alquileres, y propició el deterioro del centro de las ciudades con los pisos de renta antigua.
Igual usted creía que el pensamiento reaccionario de Warren Sánchez y sus secuaces no puede ser empeorado. Error. Los de Podemos no han secundado a los socialistas, y les han reprochado por no ser suficientemente reaccionarios.
En efecto, los políticos de ultraizquierda no aceptaron el decreto del Gobierno porque no controlaba los precios ni facilitaba la expropiación de las viviendas vacías. El desastre que se puede producir si estas medidas liberticidas se llevan finalmente adelante es probable, aunque más no sea porque tenemos cuatro mil años de experiencia que permiten concluir que si se persigue a los propietarios de las cosas y se limitan sus precios, esas cosas desaparecen.
Y mientras los extremistas de izquierdas urden más incursiones punitivas contra las mujeres trabajadoras, igual usted tiene la tentación de tranquilizarse pensando que, al fin y al cabo, entre lo malo y lo pésimo, siempre será mejor lo malo, o sea: Warren. Pues no sé qué decirle, porque todo indica que los enemigos de las propietarias (y por tanto enemigos de las inquilinas) siguen negociando, a ver si se ponen de acuerdo en cuánto daño causarles.
Soluciones imaginativas nunca faltan. Por ejemplo, parece que izquierda y ultraizquierda podrían confluir en (vamos ¿no lo imagina usted?) subirles los impuestos a los propietarios para controlar los precios de los alquileres (el famoso “evitar los abusos”) y forzarlos a sacar a la venta sus viviendas vacías (esa coacción nunca es abusiva, claro). También puede ser que impongan un índice de precios especial para los alquileres. Entonces sí que la ultraizquierda se aliaría con Warren en un frente reunificado contra la clase trabajadora.
Sí, ya sé que cayó el Muro de Berlín, y ya sé que Venezuela prueba una vez más que los controles de precios son catastróficos, pero parece que los reaccionarios no dan su brazo a torcer. Probablemente porque en realidad nunca es su propio brazo el que retuercen, sino el suyo, señora.