Algo pasa con las mujeres economistas: es que son pocas. Y no está claro por qué. Las mujeres han aportado a la disciplina desde hace tiempo, como ha estudiado Elena Gallego, profesora de la Complutense (véase también el libro que coeditó con Luis Perdices de Blas).
Como informó la BBC, hay relativamente menos representación femenina en economía que en carreras científicas y tecnológicas. En EE. UU. las cátedras de Economía ocupadas por mujeres son solo el 13 %. Sólo una obtuvo el premio Nobel: Elinor Ostrom en 2009. La recientemente retirada Janet Yellen fue la única mujer que ha presidido la Reserva Federal, sólo tres han liderado el Consejo de Asesores Económicos de la presidencia estadounidense, y ninguna ha ocupado la secretaria del Tesoro.
Rachel Griffitch, profesora en la Universidad de Manchester, el año que viene presidirá la Royal Economic Society: es la segunda mujer que logra esa posición desde 1890. Y sólo ha habido tres mujeres al mando de la American Economic Association en sus 133 años de historia.
Según un informe de dicha Asociación Americana de Economía, está disminuyendo el porcentaje de mujeres que estudian el doctorado en Económicas.
Hablando de estudiar, pocas mujeres deciden estudiar economía. Escribió Gemma Tetlow en el Financial Times: apenas un tercio de los estudiantes de economía en el Reino Unido son mujeres, aunque en el conjunto de la universidad las mujeres son el 57 % del total de los alumnos; y estos porcentajes son similares en Estados Unidos y otros países. Naturalmente, esta constatación no resuelve el problema. Si las mujeres han decidido estudiar más otras carreras y no Económicas, la cuestión es: ¿por qué lo hacen?
Tetlow subraya que no vale la hipótesis de que el crecientemente elevado contenido matemático que tiene la carrera está ahuyentando a las mujeres. No puede ser, porque “el porcentaje femenino en los estudiantes de Matemáticas es superior al de Económicas”.
Si operara el puro interés, debería haber indudablemente más mujeres economistas, porque los graduados en Economía ganan bastante por encima de la media: en el Reino Unido,, una década después de obtener su título, las mujeres economistas ganan en promedio 20.000 libras anuales más que las graduadas en arte. Avisa Tetlow: “las mujeres asignan menos importancia que los hombres al rendimiento financiero a la hora de escoger el tema que van a estudiar”.
Una vez en la profesión, también se nota la diferencia de sexos. Así, hay menos mujeres macroeconomistas, y hay relativamente más entre las personas que investigan en los mercados de trabajo, salud y educación. Es posible que sean campos que tiendan a atraer más al temperamento femenino, pero no está claro.
Mientras se realizan cada vez más estudios sobre esta diferencia de género en la profesión de los economistas, lo cierto es que no sabemos por qué hay tan pocas mujeres.
Por lo que pueda valer, parece que, entre todas nuestras diferencias, hay una ideológica que distingue a los hombres y las mujeres: parece que las economistas tienden a ser más intervencionistas. Pero vaya usted a saber, señora.