A menudo se nos urge a no defender la libertad y la propiedad privada porque cada vez hay más pobres y, por tanto, el Estado tiene que subir los impuestos para aliviar su situación. Es una falsedad, a veces clamorosa, como cuando el señor Echenique, de la casta de Podemos, aseguró que en España hay dos millones de niños desnutridos.
James Whyte cuenta en Crimes against logic que vio esta noticia en su país: el 35 % de los niños británicos viven “bajo el umbral de la pobreza”. Dicho umbral viene determinado por las familias cuya renta es un 60 % inferior a la renta mediana. Como el 35 % de los niños están en esas familias, de ahí el porcentaje de niños pobres. Ahora bien, “una política que reduce su renta puede sacarlo a usted de la pobreza, siempre que reduzca la renta mediana aún más. De igual forma, ningún incremento en los ingresos de los pobres los sacará de la pobreza si la renta mediana no aumenta en un porcentaje menor”. Suele suceder que la mayoría de las personas mejoren su nivel de vida, pero si las diferencias entre las rentas medias y bajas aumentan, la proporción de pobres aumenta.
La pobreza convoca a la acción: ¡hay que hacer algo! Pero lo primero que hay que hacer antes de clamar por aún más impuestos es recordar en qué clase de Estado vivimos: en uno cuyos súbditos “pobres” tienen sanidad, educación y otras prestaciones. Estos gastos han de ser sumados a la renta para no dar una impresión equivocada del grado de pobreza realmente existente.
El profesor Whyte pone un ejemplo: dos niños vecinos de doce años, que viven en viviendas iguales, van al mismo colegio, tienen misma sanidad, etc. En ellos todo es igual, salvo la paga, porque Jimmy cobra 10 libras a la semana y Timmy solo 5. Como es evidente que la renta disponible de Timmy es la mitad que la de Jimmy ¿podemos concluir que es un pobre? Obviamente no, porque su consumo es prácticamente idéntico, en todo, menos en lo que consumen con su paga.
Si suponemos que lo que consumen es de 100 libras a la semana, y ambos gastan toda su paga, uno consume 105 y el otro 110. La renta disponible de Jimmy, como hemos visto, duplica la de Timmy, pero en realidad su renta total (que suponemos igual al consumo) es sólo es un 5 % superior.
Concluye Whyte: “Cuando un gran porcentaje de nuestro consumo no lo pagamos con nuestra renta disponible, las diferencias en esa renta siempre van a exagerar las diferencias en la capacidad de consumir. Y es la capacidad de consumir lo que cuenta para definir la pobreza, incluyendo la pobreza relativa”. Es claro que una parte importante del consumo de las familias corresponde a servicios públicos, que no tiene sentido excluir del cálculo de su riqueza o pobreza. Y, además, en algunos países la renta disponible se estima no sólo excluyendo los impuestos sino también los gastos de vivienda.
No solo eso: el concepto, como bien apunta, es un sí mismo perverso. Es como cuando se dice que la mitad de la población está por dabajo de la «media», alguien tiene que estar por debajo de la media (sí, ya sé que estoy cruzando el concepto de media y mediana). Lo importante es dónde esta esa media «en valor absoluto» y tambien dónde estás tú. La estadística es una trampa muy dada a estas cosas, como cuándo se anuncia a bombo y platillo que tal o cual provincia o comunidad (que suelen ser las más grades en población) tienen el mayor número de tal o cual evento. Lógico, aquí lo más importante son los ratios, y no los valores absolutos. Lo importante para ser «pobre» no es cuánto de alejado te encuentres de una media, sino cuál es tu calidad de vida. Como dijo alguien, hay que utilizar la estadística como los borrachos a las farolas, más para apoyarse que para arrojar luz. Un saludo