El Banco Central Europeo retrasó la subida de tipos a diciembre de este año, y podría dilatarla hasta 2020, dado el menor crecimiento y la baja inflación.
En “El Despertar Liberal” de Más de Uno en Onda Cero advertí sobre el peligro de esta medida, y fui después abordado por mi compañero Javier Hernández, “El Borrascas”, que rechazó mi crítica. Una financiación de bajo coste, sostuvo, es una triple bendición para mí: 1) puedo pagar mi hipoteca, y me sobra algo de dinero para unas cañas; 2) las dificultades de unos créditos baratos pueden existir, pero atañen más a los ricos, a los grandes empresarios, y no a la gente corriente; y 3) con financiación asequible puedo ser propietario de un piso que el día de mañana será un patrimonio que podré emplear para completar mi jubilación.
Parece lógico que si baja el precio de algo que pagamos, ello nos beneficia. Pero el tipo de interés es un precio intervenido por las autoridades. Todo precio sometido a esa circunstancia genera consecuencias: si no hay comida en Caracas es porque la tiranía de Maduro ha establecido un control de precios.
En el caso de los créditos, si su precio no obedece a la oferta y la demanda de fondos prestables sino a una decisión política que lo abarata artificialmente, ello desanima el ahorro y anima la inversión excesivamente, lo que desencadena una dinámica insostenible que desemboca en una crisis. Ahí veremos que las cañas que podía tomarse Javier gracias a su hipoteca barata eran un bienestar simulado, al no ser fruto de un proceso genuino de ahorro e inversión.
Tampoco es acertado el segundo argumento, porque las crisis a que da lugar la sobreinversión fomentada por los intereses bajos no afectan solo a los ricos y las multinacionales, como saben bien los millones de ciudadanos corrientes que en la última recesión se quedaron sin empleo o los pequeños empresarios que quebraron, o las numerosas familias que ahorraron comprándose un piso que después no pudieron vender ni alquilar.
El tercer argumento, igual que los demás, parece convincente. Después de todo, si uno se compra una vivienda con una hipoteca, uno tiene algo. Una vivienda es un activo, que puede realizarse y servir para objetivos útiles, como el que me indicó El Borrascas: redondear nuestra jubilación.
Pero una cosa es un activo y otra cosa es la garantía de su valor y su liquidez. Como hemos apuntado, una multitud de españoles comprobó hace diez años que un activo inmobiliario puede perder mucho valor y ser notablemente ilíquido.
Y, por fin, la idea de que con una vivienda tenemos un complemento para la pensión, que es verdad, debe ser ponderada con una consideración a las alternativas de inversión, porque podemos ahorrar también en otros activos, cuya rentabilidad puede ser mayor.
Un crédito barato, en suma, puede tener el mismo dulzor que un caramelo envenenado.