Paulita Naródnika, la lideresa del populismo vernáculo, se enfadó mucho cuando se enteró de la operación CaixaBank-Bankia, y no solo por el patente ninguneo de Warren Sánchez, sino porque aleja la posibilidad de ofrecer a sus desencantados votantes el caramelo ideológico de la banca pública. Lo interesante del caso es que, entre los disparates que soltaron Paulita y sus secuaces, brillaron dos ideas económicas acertadas, lo que es tan plausible como infrecuente.