En una entrevista que le hizo Carlos Alsina en “Más de Uno”, en Onda Cero, el líder de Podemos, don Pablo Iglesias, vino a decir que la patria son los impuestos. Iglesias ha aclarado en más de una ocasión, como esta semana a Carlos Herrera en Cope, que a él la bandera y el himno de España no le despiertan sentimientos entrañables. Sin embargo le emociona el Estado. Él está orgulloso de España porque aquí la sanidad pública es gratis, mientras que en Estados Unidos no. El Estado es su patria.
Dejemos de lado las ficciones con que los populistas y demás enemigos de la libertad la demonizan. Por ejemplo, la mentira de que en Estados Unidos hay masas de muertos a las puertas de los hospitales, porque no tienen dinero para pagar la sanidad privada. Eso es un camelo, pero no es hoy mi objetivo, que pasa más bien por la afirmación de lo positivo y no por la crítica de lo negativo; pasa porque la emoción de Pablo Iglesias se agita ante los servicios públicos.
Lo que diferencia a los servicios públicos de los privados no es su gratuidad: los servicios públicos también se pagan. Sin embargo, su pago está desvinculado de la prestación, y además es coercitivo. En el mercado sucede lo contrario: en el mercado pagamos por lo que recibimos, y siempre tenemos la opción de no comprar, y por tanto de no pagar. Como los servicios públicos se financian en un amplio porcentaje mediante los impuestos, la emoción patriótica de Pablo Iglesias se ve animada por la coacción fiscal. Para él, la patria, efectivamente, son los impuestos.
Dirá usted: si no hubiera impuestos no habría servicios públicos. Esta es una falacia, porque supone que si los ciudadanos conservaran el dinero que les arrebata el poder político, no lo dedicarían a sanidad, educación, pensiones, etc., lo que es un disparate. También podría objetar usted que si no hubiera impuestos habría personas que no tendrían dinero para pagar, por ejemplo, la sanidad. Pero incluso en ese caso, inválido para la mayoría de la población, el argumento no sería correcto, porque equivaldría a identificar el Estado con la Santa Madre Teresa de Calcuta, especializada en los más pobres, cuando es evidente que el Estado no se dedica a atender sólo a los ciudadanos menos favorecidos sino a todos. Sí el Estado sólo se ocupara de cuidar de las personas marginadas o incapaces de valerse por sí mismas, sería un Estado muchísimo más pequeño que el actual.
Una vez demostrado que la patria del señor Iglesias son los impuestos, cabría esta defensa: los populistas siempre hablan de cobrarles impuestos a los ricos, con lo que Pablo Iglesias sería un patriota “robinhoodista” que quiere quitar el dinero a los ricos para dárselo a los pobres. El problema con esa vieja consigna antiliberal es que no es verdad, porque el Estado actual es tan enorme que es imposible financiarlo con el dinero de los ricos. El Estado no puede darles cosas a todos sin quitarles cosas a todos. El Estado actual se basa en quitarle el dinero a usted. La patria de Pablo Iglesias, al final, mire usted por dónde, es su dinero. Su dinero de usted.
(Artículo publicado en La Razón.)