Las pruebas de estrés de unos 120 grandes bancos europeos (de un total de 6.800), cuyos resultados ya conocen ellos, y nosotros conoceremos hoy, invitan a establecer comparaciones, empezando por una obvia con el pasado. En efecto, estas pruebas ya no podrán ser como las de antes, cuando gloriosas instituciones eran calificadas con un notable, sólo para irse por el sumidero al poco tiempo. Confiemos en que los disparates más bochornosos, como el impar Smiley al proclamar sin rubor que teníamos el sistema financiero más sólido del mundo, no se repitan.
Hablando de solideces nacionales, otra comparación inevitable será entre países. Ahí probablemente España quede bien. Después de todo, como apuntó Alberto Gallo, del RBS, el viernes en el Wall Street Journal, las diferencias entre los sistemas financieros europeos son importantes, y mientras que España ha hecho algunos deberes, después del espectacular fiasco político de las cajas de ahorro, otros países no. Como muestra, un botón: en Italia hay relativamente más sucursales bancarias que…¡restaurantes! La falta de consolidación y reformas harán quedar posiblemente en mal lugar a Italia, Grecia, Austria, Irlanda, y veremos Alemania.
Parece que, aunque la mayoría de las entidades, quizá más del 90 %, aprobarán, se requerirá una nueva inyección de capital, con estimaciones que van desde los 10.000 hasta los 50.000 millones de euros. Es muy poco probable que los Estados vayan a poner ahora uno solo de esos euros, con lo que cualquier vuelta de tuerca correrá a cargo del sector privado directamente, con las consecuencias de rigor.
La comparación más relevante estriba en ponderar el sistema bancario europeo actual con el que necesitarían nuestras economías para emprender una senda de crecimiento sin tribulaciones. Por desgracia, esta comparación no dará resultados muy satisfactorios, incluso aunque las pruebas sean superadas hoy con plácemes.
En efecto, bastantes bancos aprobados quedarán en zona de peligro, un peligro que no se alejará mientras sigamos teniendo una banca europea interconectada y en algunos países muy poco eficiente, aunque el sistema en su conjunto está más capitalizado que antes. Todavía no hay demanda vigorosa de crédito solvente, pero se anima el mercado de bonos y el crédito de entidades no bancarias (tengo dicho que la próxima crisis será atribuida universalmente a la “shadow banking”), y habrá que ver qué pasa con la compra de activos empresariales por el BCE.
(Artículo publicado en La Razón.)