Viendo la imagen del crucifijo con la hoz y el martillo que Evo Morales regaló hace un tiempo al Papa Francisco evoqué un artículo de Manuel Rivas en defensa del presidente boliviano, recordando cuando visitó España vestido con su chompa. Rivas lamentó las críticas recibidas por Morales y concluyó: “Nunca antes se había dado semejante maltrato a un presidente de otro país”.
Pero Ronald Reagan recibió un aluvión de críticas en su visita a España desde muchos sectores políticos y medios de comunicación, en una ofensiva que se coronó cuando el vicepresidente del Gobierno, nada menos, se marchó de España para no tener que cumplimentar al indeseable mandatario norteamericano. Por cierto, el vicepresidente se llamaba Alfonso Guerra, ese insigne estadista, y por no saludar a un presidente democrático se fue a estrechar la mano de un dictador comunista.
No lo recuerda el señor Rivas, y no lo recuerda nadie, salvo una minoría de memoriosos pertinaces que no hemos borrado de nuestra memoria los insultos y descalificaciones que recibió el presidente del país más importante del mundo, en Madrid, en mayo de 1985. Sólo un ministro acudió a recibirlo a Barajas, el de Asuntos Exteriores, Fernando Morán. No fueron ni el presidente del Congreso, Gregorio Peces-Barba, ni, asombrosamente, el alcalde de la capital, Enrique Tierno Galván.
No mucho después caería el Muro de Berlín, y en junio de 1987, dos años después de la tibia acogida que obtuvo el presidente de Estados Unidos en España, Reagan pronunciaría ante la Puerta de Brandenburgo su famoso discurso en el que invitó a Mijaíl Gorbachov a que viniera a abrir el muro de la vergüenza: “Come here to this gate! Mr. Gorbachov, open this gate! Mr. Gorbachev, tear down this wall!”.
Los amigos de la libertad lo recordarán siempre, como recordarán a otras figuras que se destacaron por su oposición al “socialismo real”, en especial a Margaret Thatcher y a san Juan Pablo II. Estos tres personajes son enérgicamente detestados por la izquierda. No creerá usted que es por casualidad.
En España, por nuestra parte, confiemos en que no haya buenos recuerdos de los supuestos amigos del pueblo que prefirieron el comunismo, es decir, el sistema más criminal que jamás haya sido perpetrado contra los trabajadores en toda la historia de la humanidad. Alfonso Guerra prefirió saludar a un criminal comunista antes que saludar a Reagan. Es decir, antes de lamentar el “maltrato” a Evo Morales, tengamos memoria, señor Rivas.
Y también coherencia. En su enérgica defensa de Morales, sostuvo don Manuel que el presidente boliviano gana elecciones y que durante su gestión la economía ha crecido mucho, lo que es cierto. Ahora bien, si es cierto en Bolivia no puede ser falso en otras partes. El propio argumento de Rivas llevaría a reconocer a otros líderes democráticos durante cuya administración la economía haya crecido. ¿Aceptarían Manuel Rivas y los progresistas elogiar a gobernantes que comparten esas dos características, por ejemplo, sin ir más lejos, José María Aznar o el propio Ronald Reagan?
(Artículo publicado en La Razón.)