No solamente los datos económicos mejoran, sino que se consolidan las expectativas de que este segundo trimestre pueda venir pleno de registros positivos, y en una escala superior a lo que hemos visto hasta ahora.
Para entender este fenómeno conviene recordar que las economías no pasan de la cima a la sima de un día para otro. Incluso derrumbes tan estrepitosos como el que padecimos en 2009, uno de los más repentinos y acusados de las últimas décadas, demoró dos años en tener lugar, a contar desde el último año de la expansión, que fue 2007. Y, naturalmente, siempre podemos ir hacia atrás, porque la crisis se gestó durante la prolongada expansión que se extendió durante catorce años desde 1993.
Pues bien, si la crisis y la subsiguiente recesión no estallan en un día, a la recuperación y la subsiguiente expansión les sucede lo mismo. Por eso, si este trimestre finalmente prueba ser en términos de crecimiento del PIB y del empleo no sólo bueno sino apreciablemente mejor que los anteriores, lo que habrá que comentar es: otro trimestre más, y van…
De hecho, y aunque pueda sorprender, van ocho.
En efecto, la economía se precipitó en la crisis de 2007 a 2009, pero después se recuperó hasta 2011, cayendo seguidamente hasta 2013, y desde entonces está creciendo, débilmente al principio, pero ganando ritmo en los últimos tiempos. Es este proceso de recuperación el que explicaría los mejores datos del trimestre actual.
Por supuesto, esto no significa que la senda de la recuperación esté definitivamente consolidada, y puede haber tropiezos por razones internas y externas. El contexto internacional puede empeorar, aunque de momento no lo parece. Para que lo hiciera deberían producirse perturbaciones políticas o económicas apreciables: la salida de Grecia del euro, por ejemplo, o alguna otra menos contemplable.
En cuanto al contexto nacional, todo indica que el severo ajuste de empresarios y trabajadores, imprescindible para volver a crecer, se ha completado en buena medida, con lo que la prosecución de la marcha está garantizada, otra vez, siempre que no se produzcan medidas que frenen o inviertan dicho proceso, empezando por las mismas medidas que abortaron la recuperación 2009-2011: las subidas de impuestos. Eso sí, los incrementos en la presión fiscal no deberían amargar las disputas entre PSOE y PP, puesto que las administraciones de ambos partidos los acometieron con una energía digna de mejor destino.
(Artículo publicado en La Razón.)