Entusiasmado por la historia del libro pródigo que contó Carlos Herrera en El Semanal se lo pedí prestado. En buena hora. Se trata de La danza inmóvil, la última novela de Manuel Scorza, publicada en 1983. El destacado escritor peruano moriría ese mismo año en el accidente del Boeing 747 de Avianca en Madrid. Yo sólo había leído, hacía cuarenta años, Redoble por Rancas, combativo relato que devorábamos entonces los jóvenes de izquierdas. Por desgracia, todos dejamos de ser lo primero, pero por fortuna muchos también dejamos de ser lo segundo.
A otros, igual…
Y lo que yo ignoraba era que algo parecido pudo sucederle al propio Manuel Scorza: su última novela, como señala Carlos Herrera, debió caer fatal al progresismo. En efecto, se trata de una burla de la revolución campesina: un militante de izquierdas se rebela contra su partido, que quiere enviarlo a combatir a la selva, y opta por quedarse en París con la mujer que ama. Apunta Herrera que siendo por añadidura un libro en ocasiones muy divertido, esto “era ya demasiado para el buen progre”. Pero hay algo más, y tuvo que haber molestado mucho más: entre su rica prosa hay una clara denuncia del horror que representó el terrorismo en América Latina, y no sólo por las matanzas perpetradas por quienes lo combatieron. Para colmo, se denuncia la responsabilidad de la dictadura cubana en la organización de ese delirio revolucionario izquierdista que se cobró miles de vidas inocentes.
(Artículo publicado en La Razón.)