En su libro La economía de la manipulación (Deusto), los premios Nobel George A. Akerlof y Robert J. Shiller aseguran que están a favor del mercado, pero se pasan todo el rato denunciando sus trampas y recomendando la necesidad de que el Estado intervenga. Las empresas manipulan, mienten, estafan y hasta asesinan. El Estado no. Si el Estado es malo es porque está en manos de (vamos, ¿no lo adivina usted?) las empresas.
A veces el mensaje es deliciosamente equívoco, como en el capítulo 3, sobre la publicidad, porque parece que va a demostrar que nos engañan a mansalva, y sin embargo la impresión que le queda al lector es que los publicitarios ganan dinero informándonos de cosas, no mintiéndonos, y nunca saben en realidad qué es lo que nos gustará o no nos gustará. Vamos, el mercado de toda la vida de Dios.
Pero el mensaje general del libro es que las empresas son sospechosas de manipulación mientras que las autoridades aumentan el gasto público y nos salvan de la nueva Gran Depresión. Naturalmente, urge que haya más recursos en la Agencia Tributaria, etc. En una muestra de increíble ingenuidad recomiendan subir los impuestos al alcohol, porque “incluso tiene la ventaja de que los ingresos pueden utilizarse para mantener bajos impuestos en otros sectores”. Y son premios Nobel de Economía, una disciplina que a veces distorsionan, como cuando sugieren que el liberalismo se basa en mercados perfectos, “un marco de equilibrio general al estilo de Adam Smith”, lo que habría hecho reír mucho al pensador escocés. Hablando de economistas, para denigrar a un científico que alegaba que la genética era más importante que el tabaco para explicar el cáncer, estos economistas dicen que era partidario de la eugenesia. Y no dicen ni una palabra sobre los economistas y otros intelectuales supuestamente progresistas que eran entusiastas de la misma.
Desprecian las alternativas liberales y afirman que la no intervención “se basa en una lógica fallida que también nos diría que hay que acabar con los cuerpos de bomberos porque entonces no habría incendios ya que la gente sería más cuidadosa”. Es un ejemplo interesante, porque hay una amplia evidencia histórica de que uno de los campos en que la sociedad puede organizarse sin el Estado es, precisamente, el caso de los bomberos. Pero esos pensadores no confían en la gente; por eso dicen que hay que obligarla a ahorrar mediante las cotizaciones sociales, porque en caso contrario dilapidamos tontamente nuestros bienes: “la Seguridad Social hace un gran trabajo para compensar el gasto excesivo ligado a la economía de la manipulación”, otra vez, contra la evidencia histórica, abundante en ejemplos de mutualización y auto-organización de los trabajadores de manera voluntaria.
Entrevistado por el Huffington Post, aseguró Akerlof: “España debe subir impuestos y aumentar el gasto público”. En fin.