En una comunidad de mujeres y hombres libres la ley surge para proteger los derechos de las personas, ante las incursiones de otras personas y ante las violaciones de los más poderosos, empezando por el más poderoso de todos: el propio Estado. Una de las muestras del deterioro moderno de la libertad es que la ley pretende ser el bálsamo de Fierabrás, que todo lo resuelve, pero que al mismo tiempo somete a todo y a todos al poder de un Estado cada vez más grande y usurpador.
En este mecanismo de recorte de derechos y libertades el engaño resulta crucial, porque el poder y sus amigos no pueden correr el riesgo de que el pueblo perciba que el rey está desnudo en su voracidad expropiadora. Una táctica habitual es presentar unos problemas gravísimos, que se agravan, y que tienen responsables privados, con lo que la obligación del poder es intervenir. Lo recordé viendo hace tiempo un artículo en La Razón titulado: “La PAH irrumpe en el SIMA para recordar a los desahuciados”, y con la foto de dos hombres enseñando sus traseros, que llevaban escritas unas alusiones al IVIMA. El grupo de gamberros (otros los llaman “activistas”) se componía de una treintena de personas que expresaron su protesta en los demagógicos términos habituales de la Plataforma Antidesahucios. Denunciaron a las grandes inmobiliarias dirigidas por los bancos, porque siguen “echando gente de sus casas”. Nunca explican qué cosa es un desahucio, sino que lo presentan como un mal absoluto. Nunca verá usted que hablen de cifras: nunca lo hacen, porque las cifras demuestran que los desahucios siempre son un número reducido, y en nuestro país las cifras caen cada año, lo que es lógico, dada la recuperación económica.
Pero el análisis y la contrastación empírica no son los fuertes de estos demagogos profesionales. Mercedes Revelta, de la PAH, se enfadó porque hay gente expulsada de su casa “mientras los bancos engordan salvajemente sus bolsillos”. Podía al menos haber tenido el detalle de mirar cómo están cayendo las acciones de los bancos ante el estrechamiento de sus márgenes. Pero le da igual, todo les da igual, porque lo que importa es colar el mensaje emocional: “Es una vergüenza que se siga cortando la luz y el agua a personas sin recursos y con hijos”.
Lógicamente, aquí la solución no es liberar el mercado de trabajo para que desaparezca el paro, que es lo que provoca que algunas familias no paguen la luz y el agua. De eso nada. Lo que hay que hacer es intervenir aún más, es decir, recortar aún más los derechos y libertades de las personas, que es lo que buscan. Y no lo buscan mediante razonamientos sino mediante la violencia: “molestando es la única manera para que nos escuchen”. Y ya tiene usted cerrado el círculo, porque se justifica cualquier violencia que estos matones puedan ejercitar sobre los ciudadanos. De hecho, la PAH recomendó “escraches” y “acoso y derribo” al PP.